viernes, 4 de enero de 2008

Desde la despensa

La tormenta de ayer por la mañana me sorprendió en casa de mis padres. Esperaba a que escampara con impaciencia y fastidio. ¡Tengo aún tantos regalos pendientes...! Hasta que desde la despensa oí lo que se decían en la cocina. Elizabeth, la chica peruana, le susurraba a la muy andaluza asistenta con su suave acento de ultramar:
—Mari Carmen, así llueve en la selva.
Y había en la frase nostalgia y reconocimiento, cierto didactismo orgulloso, mucha poesía. Salí a mis gestiones como quien regresa de un viaje por el trópico, enriquecido.

12 comentarios:

  1. Anónimo11:34 a. m.

    Bello, sencillo, poético.

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  2. Generoso anónimo, muchas gracias.

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  3. Me pongo en plan Haddock y proclamo que todos (creo) hemos navegado al trópico y a los mares del Sur con esta joya de entrada. ¡Mil rayos (y truenos)!

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  4. Esto es bueno: enrique hacerte.

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  5. Las tormentas, leyendo tebeos de El Hombre Enmascarado. Como lluvia en la selva, supongo. Suena así, pero sin impaciencia.

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  6. Yo escribí ayer mi elogio; quizá por ser ultramarino, no llegó: precioso.

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  7. Anónimo5:07 p. m.

    La lluvia en la selva cae al ritmo del tam-tam, y las huellas que dejan las gotas al caer forman pequeños surcos que de día confundimos con el rastro de serpientes. Muy extraño e intrigante, aunque terriblemente atrayente, como lo que debían estar haciendo esas damas en su despensa. ¿que había para comer?. Cuando llueve, tocan migas.

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  8. Muy lindo, si señor. Espero que los Magos de Oriente te traigan bonitos presentes a tu hogar. Un abrazo.

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  9. Al parecer, en la selva, como en la cocina, llueve en endecasílabos.

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  10. Ay, que huele a melancolía...

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  11. Qué texto tan sencillo y tan hermoso. Yo recuerdo esa lluvia a la que se refiere la muchacha. En Costa Rica, durante el tiempo en que yo estuve, sobre todo cerca de las zonas más selváticas, llovía casi exactamente a la misma hora todos los días y durante el mismo tiempo: empezaba a llover a eso de las 8.30 de la tarde y estaba lloviendo torrencialmente, como si fuera a acabarse el mundo, durante unos siete minutos (contados por el reloj). Luego cesaba, la tierra tenía un olor maravilloso, se empezaban a escuchar los trinos de los pájaros y volvía el calor que se te pegaba al cuerpo como si fuera miel. Y comprendía entonces eso a lo que se dio en llamar Realismo mágico.

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  12. ¡Qué bonita! me ha traído más de un recuerdo. Aprovecho para desearte un feliz año, sin tormentas, salvo las que organizas aquí con tus rayos y truenos. Y abrazo a Leonor!

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