miércoles, 23 de abril de 2008

Abril, el mes más cruel

Como una vez al año no hace daño, se lo toman con un entusiasmo tremendo. En el Día del Libro no les caben a los políticos ni a los funcionarios todas las actividades programadas. Las celebraciones, por tanto, rebosan e inundan el mes de abril de presentaciones, ferias, recitales, conferencias, homenajes, mesas redondas, talleres de animación a la lectura, visitas a colegios y a institutos y hasta pasacalles. A los aficionados tanta literatura no nos deja leer.

La fascinación por las efemérides suele ser fastidiosa, pero hay que reconocer que esta vez la fecha lo merece. Qué milagro que murieran en 23 de abril Cervantes y Shakespeare, nada menos. Falta Dante para completar el trío de ases; o Bashō para lograr una escalera de color. Lo curioso de Cervantes y Shakespeare es que ninguno de los dos fue un fundamentalista de la literatura. Por culpa de un atracón de libros de caballerías se volvió loco don Quijote. Cuando a Hamlet le preguntaron qué leía, soltó un desdeñoso: “—Words, words, words”. Para colmo, Shakespeare dejó, de pronto, de escribir y se retiró del mundanal ruido.

A Santa Teresa de Jesús le prohibieron los libros en romance, y se ponía mala la pobre de pensar que, como ignoraba el latín, no iba a tener qué llevarse a los ojos. Entonces una moción divina le indicó que no pasase pena, que Jesús le daría un libro vivo, que era Él. La santa quedó encantada, como es natural. De esta historia aprendemos que las letras no son todo, que la vida va antes. Blas de Otero lo avisó en vigorosos versos: “Digo vivir, vivir como si nada/ hubiese de quedar de cuanto escribo.// Porque escribir es viento fugitivo,/ y publicar columna arrinconada”. Y Chesterton lo esculpió en un aforismo redondo: “Un hombre puede convencerse de su filosofía, mejor que con cuatro libros, con un libro, una batalla, un viejo amigo y un paisaje”.

Qué paradoja. Los grandes escritores no han caído de hinojos en esa idolatría del libro que, por estas fechas, embarga a quienes no leen o sólo leen best-sellers. El escritor ruso Florensky, ordenaba a su hija Olia: “Lee lo menos posible”. Olia no le hacía el menor caso, como se comprueba en la vibrante correspondencia que intercambiaron. La chica devoraba páginas sin pausa.

Ojalá un día yo, en vez ir de la ceca a la meca haciendo inútiles llamadas a la lectura primaveral, pudiese gritar, como Florensky, en los institutos: “¡Muchachos, leed lo menos posible!” Lo gritaría muy en serio, si supiese que no me iban a hacer caso. La vida es mucho más importante y maravillosa que los libros, efectivamente, pero eso se aprende como en ningún otro sitio en los libros.
[Hoy sin trampolínk porque una errata con el pobre ¿Bash?]

6 comentarios:

  1. Quizá lo correcto sería gritar, "¡Leed, leed! ¡Que pronto nos lo prohibirán!"

    ResponderEliminar
  2. Ya había detectado yo la errata en el bueno de Basho, y me imaginé, tras leer el periódico en mi desayuno de los miércoles, que hoy no habría trampolink, sino acceso directo.
    Es difícil quedarse con alguna de las citas del artículo; me quedo, con todo, con el final, que lo usaré a partir de ahora, como cita...

    ResponderEliminar
  3. ¡Ay, Enrique, seguir elogiándote por tu ininterrumpidamente buena escritura! ¿Te estáre "untando"? ¡Ay de mí, que lo gozo y no puedo callarme!
    LIBROS: soy feliz hasta los tuétanos leyendo estos días "Vida y destino", de Vasily Grossman, de una belleza sobrecogedora.

    ResponderEliminar
  4. "Que la lectura no sea contigo, como sí lo es con tantos frecuentadores de libros, leer para morir. Sacude de tus manos ese polvo bárbaramente intelectual, y deja esta biblioteca, donde acaso tu pensamiento podrá momificado alojarse un día. Aún estás a tiempo y la tarde es buena para marchar al río, por aguas nadan cuerpos juveniles más instructivos que muchos libros, incluido entre ellos algún libro tuyo posible. Ah, redimir sobre la tierra, suficiente y completo como un árbol, las horas excesivas de lectura"

    Texto de Cernuda en Ocnos. (biblioteca)

    ResponderEliminar
  5. ¡Cómo le costaba a Cernuda -y a todo poeta- hacer un poema "en prosa"! ("Las horas excesivas de lectura... je).

    ResponderEliminar
  6. Anónimo11:07 p. m.

    Yo puedo presumir de gritarle a mi hijo que lea menos, sobre todo cuando va por la calle con la nariz metida en el libro de Jerónimo Stilton...

    (Seguro que lo sabes, pero que conste que Cervantes y Shakespeare no murieron el mismo día).

    ResponderEliminar