domingo, 4 de mayo de 2008

Extrañas legitimidades

En nuestro panorama actual hay asuntos más urgentes, por supuesto, pero no tan sintomáticos. ¿Se han fijado ustedes en la curiosa fuente de legitimación de muchos escritores y periodistas de derechas en España? ¡Cómo presumen, pletóricos, incluso los más acérrimos defensores del liberalismo, de una juventud maoísta, trotskista o directamente estalinista! En vez entonar un lógico mea culpa, nada les enorgullece tanto. Y el público en general les ríe la gracia y aplaude a rabiar toda genealogía ideológica extraviada. Lejos de mí, devoto de María Magdalena y de Agustín de Hipona, rechazar a nadie nunca jamás por su pasado y todavía menos negar el pathos de cualquier conversión. Pero no me parece un mérito intelectual strictu sensu el haber estado equivocado por completo. No admiro a San Agustín por sus veleidades maniqueas ni a Santa Magdalena por las suyas —no exactamente maniqueas.

A los que no disfrutaron de aquellas rentables aventuras revolucionarias, para que las buenas gentes de derechas de toda la vida los consideren intelectuales pata negra, les queda un recurso: ganarse el aprecio de la progresía o del mercado, valga la redundancia, ya sea en forma de premios o de reseñas y artículos en El País y similares. Pero incluso así se les nota mohínos, sin energía, como —usemos sin miedo la palabra famosa— acomplejados. Se ve que echan en falta un buen chute de marxismo fetén en su currículum.

Que el mundo intelectual es naturalmente de izquierdas lo piensan muchos. Entre otros motivos más sesentayochistas, quizá haya influido en tan arraigada creencia este impecable razonamiento, no exento de caridad: los que tenemos la fe verdadera, que diría Cervantes, ya nos hemos quedado con la mejor parte, y tampoco hay que acapararlo todo. No está de más dejar a los otros el mundo intelectual, con sus evidentes ribetes de religión laica.

Razonables o no, estas creencias habría que desmontarlas si se quiere dar la necesaria batalla de las ideas. Pero aún sería más interesante desplazar de una vez la fuente del prestigio hacia la legitimidad de ejercicio. No se trata de apoyarse en los antecedentes novelescos de un autor, que no pasan de historia, ni tampoco en sus premios, que no pasan de anécdotas, sino de juzgar y apreciar, en cada caso, la realidad de lo que cuenta, la belleza de lo que escribe, la verdad que le asiste. Sólo cuando sopesamos las obras, y no los juegos de manos de las legitimaciones de origen, entramos en el mundo del arte y de las ideas.

9 comentarios:

  1. Estupendo artículo, Enrique. Y muy valiente. Me viene a la cabeza la trayectoria de tu querido Chesterton. Pasa con él lo contrario. Le podía la verdad y así anduvo defendiendo las ideas de los católicos mucho antes de ser oveja del rebaño de Roma. Los que se mueven por convicciones fundadas en la verdad,pueden darse el lujo de ir por libre. Y se nota en lo que dicen y como lo dicen. No hay truco retórico, hay creatividad. Y hay alegría...esa actitud tan desestimada por los "progres". Los acomplejados y los fanáticos son normalmente fideístas, sea de un credo religioso o de un credo político.

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  2. Muy bueno, y muy certero el final. Contra la memez, lucidez y sarcasmo.

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  3. Anónimo11:55 p. m.

    Pero Dios tiene un brazo izquierdo y un brazo derecho, como las columnata ambidextra del Vaticano.

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  4. Pues yo voté una vez a...¡¡IZQUIERDA UNIDA!!, pero no me enorgullezco de ello. Era más joven, inexperto, ignorante y manipulable que ahora. En fin, no hay nada malo en reconocer que se estaba equivocado y rectificar aunque, obviamente, eso no da ni quita valor a la postura que se defienda en el presente.

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  5. Pues eso, Nadie, es un filón, y más escribiendo para un grupo de derechas como Vocento. Farda, hombre, farda de tu pasado y no te arrepientas de nada, que te auguro una larga carrera de éxitos.

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  6. Sin embargo hay algo natural y limpio en irse haciendo conservador con la edad. A mí me gusta mucho una escena de "Las invasiones bárbaras" en que los viejos amigos, copa de coñac en mano, recuerdan todas sus militancias: fueron marxistas, leninistas, trotskistas, maoístas... y uno de ellos suelta: "pero todo el rato éramos más que nada gilipollistas".

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  7. Claro que sí. Justo eso del amigo es lo que se hecha en falta.

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  8. Qué bonito adjetivo, Ignacio: limpio,

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  9. No veo tan claro el enorgullecimiento de los pasados rojillos tanto colo legitimación sino como un "yo se de lo que me hablo". ¿Buscan nuevos mercados entre "los que son como yo fui"? Oí hace poco como unos gritones izquierdistas trituraban a Boadella.
    Por otra parte discreto totalmente sobre el derechismo de Vocento. Me suena a como cuando decían que La Vanguardia era conservadora. Conservadora de su corralito, "estate con el poder a cualquier precio" decían que le dijo el primer Conde de Godó a su sucesor. Cuadra.

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