Lo que sé de mitología lo debo a las Metamorfosis, que además influyeron mucho en Dante, nada menos. A mí, la historia de Baucis y Filemón, por concretar, me emociona cada vez que la leo: es una de mis grandes favoritas de la literatura universal. Por otra parte, aunque el arte de amar no lo haya aprendido concretamente en Ovidio, me divirtieron mucho sus opiniones al respecto.
Pero lo cortés no quita lo valiente, y hay que reconocer que el clásico escribió una chorrada (con excelente literatura, eso sí) en Fastos I 150 ss.
Yo se lo explicaré a Publio Ovidio Nasón. Comienza el Año Nuevo con estos fríos porque ahora, al principio inapreciablemente, la luz empieza a ganarle segundos a la oscuridad. Los principios son así: la vida nace en el misterio del vientre materno y no cuando la muchacha con diecisiete esplendorosos y obvios abriles retoza en ídem por el campo recogiendo florecillas.
Recordarlo viene muy bien para nuestros propósitos para el 2009, tan invisibles (apenas, en el mejor de los casos, una anotación en la agenda), tan debiluchos y algunos —a estas alturas ya— tan desmejorados. Pensemos que, como acabamos de celebrar por todo lo alto, el mismo Dios quiso tener un nacimiento humilde y diminuto. El gran Ovidio, de haber conocido este episodio, más divino que sus apabullantes metamorfosis, no habría caído en su pregunta retórica.
La primavera es una exaltación y cuando llegue exultaremos, como es natural. Pero los comienzos, querido Ovidio, son, de tan pequeños, casi invisibles; son delicados y vulnerables, quizá un poco fríos, pero con una fuerza latente que sostiene las plenitudes por venir.
Qué bello el texto de Ovidio. Y qué bien hecha la corrección de su contenido. Pensaba como el poeta latino. Pero la verdad es que las primeras manifestaciones de vitalidad de la naturaleza tienen su origen en ese levantarse el Sol cada día más temprano. Debería, pues, comenzar el año al día siguiente del solsticio de diciembre.
ResponderEliminarQuerido Enrique, en el arte de amar de Ovidio aprendí una expresión latina muy hermosa (que bien puede decirle a su amada Leonor y quedar como un señor):
ResponderEliminar"Tu mihi sola places"
Qué buena comparación la de la muchacha de los 17 años. Y qué difícil debe ser reprocharle algo a un clásico, pero cuánta dulzura y delicadeza en el reproche. Sinceramente me ha encantado la entrada de hoy.
ResponderEliminarSin embargo, con los propósitos del año nuevo ocurre algo distinto. En muchas ocasiones, y pongo los míos como ejemplo, empiezan esplendorosos, llenos de luz, y poco a poco se van apagando. Es posible que para el solsticio de verano ya no quede nada. Pero los de este año serán distintos, vuelvo a ponerme como ejemplo, más perseverantes (adviértase la hipálage) y seguro que más de uno llega a buen puerto.
Parece que los dos hoy nos hemos levantado mitológicos. Haces bien en no hablarle a Ovidio con humor: él mismo era así de humorístico. Un abrazo
ResponderEliminarDe Nasón, me quedo con Tristia. El exilio es una experiencia que siempre me ha conmovido hasta lo más íntimo y Ovidio sabe explicar con maestría las vicisitudes del mismo. Lo malo es que me pone melancólica y me da por darle al jarrillo.
ResponderEliminarQuerida Angelicata, lo que te digo: que me divierte muchísimo Ovidio, pero no. Con esa cita quedaría como un señor... muy exagerado. Leonor sabe bien que no solo me gusta ella, aunque sí lo que más.
ResponderEliminarQué bien visto, pero qué bien, em10, lo de nuestros propósitos, que nacen más bien hinchados y van adelgazándose (no adelgazando nosotros, que ese es un propósito, precisamente) con el tiempo. Has dado con el talón de Aquiles de mi artículo. A cambio, para hacerte perdonar (que te perdono, claro) cómo te agradezco que veas lo difícil que se hace tirarle de la oreja a Ovidio, o a cualquier otro clásico.
Ovidio está en el aire, querido JCL.
Y brindemos por los exiliados, Madame.