Si ahora estoy aquí, donde ustedes me leen, tecleando esto desde mi despacho, es gracias a que mi mujer ha salido sola a hacerle unas compras a mi madre, esto es, a su suegra. Compras que me tocaba hacer a mí, como es natural. Ha ido ella para que me dé tiempo a escribir este artículo, fíjense. Y ha conseguido congelarme los dedos por la responsabilidad. ¿Qué columna estará a la altura de su detalle?
Y no es sólo eso, que al fin y al cabo el matrimonio es entrega. Ayer cené un lenguado a la plancha —valga la redundancia—, gracias a cuyo fósforo y proteínas estoy esta mañana a pleno rendimiento de mis facultades mentales. Muy lejos de mí el vegetarianismo, pero un respeto —me exijo y no completamente en broma— al sacrificio de aquel lenguado. Que lo que yo haga con su aporte energético sea digno de él. Lo ideal sería que el lenguado pudiera enorgullecerse de estas líneas.
La responsabilidad nos tiene rodeados. No solamente a los columnistas cuyas mujeres van a la compra por ellos y que cenaron lenguado a la plancha, sino a cualquiera. La vida es un regalo que unos y otros nos hacen sin solución de continuidad. Uno nos la regala, es cierto, más que los otros, pero todos contribuyen. Los cenizos —como Cioran— piensan que así nos hacen la pascua, pero nos hacen la Pascua, un regalo impagable, y al que tenemos que intentar corresponder, aunque no podamos, porque ahí está la gracia. ¡Feliz Pascua Florida!
Decías ayer que obligación ennoblece.
ResponderEliminarHoy has hecho lo justo con esta entrada y eso te honra.
Hermosos detalles, es verdad.
ResponderEliminarEres un magnífico columnista Enrique, magnífico.
ResponderEliminarY opino igual que Mery.
Un abrazo.
¡¡FELIZ PASCUA!!
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