Perdóname, Señor. Voy a tu citaNo me cabe duda de que el Señor se lo perdona a Enrique Barrero, y se lo agradece. Mi problema como articulista es qué hacen los lectores conmigo. Mi admirado colega Carlos Esteban leyó mi artículo de Alba y me aconsejó que escribiese, de vez en cuando, una columna muy frívola. Por supuesto, le he hecho caso, ¡como si a mí eso me costase nada, si me sale solo!
cargado de oraciones. Cuando llueve
la lluvia a bendecirte no se atreve
ni se queja la flor que está marchita.
La nieve que en alud se precipita
no te nombra, Señor. Es sólo nieve.
Y la blanca gaviota --vuelo leve--
ni oración ni alabanza necesita.
No te invoca la mar cuando la ola
se agita entre las crestas de la espuma
ni te imploran jamás los lirios quietos.
Perdona Tú, Señor, si mi alma sola
por alcanzar la luz entre la bruma
se esfuerza en escribirte estos sonetos.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Confesiones varias
Todo empezó una noche de insomnio. La preocupación capital del columnista católico tiene que ser evitar el fariseísmo o, en un grado menor, el oficialismo, podríamos decir. (La preocupación del columnista laico tiene que ser evitar el tono de sermón laicista y el dogmatismo relativista, dicho sea de paso y aunque no sea mi problema.) El poeta católico tiene un problema similar: hacerse perdonar el atrevimiento de hablar de y, sobre todo, con Dios. Lo percibe muy bien Enrique Barrero en el soneto XXIX de su Liturgia de la voz abandonada (Cajasur, 2009):
Falta el atrevimiento mayor: hacer hablar a Dios. Vease Péguy. En su día, sus contemporáneos dijeron que nadie había hecho hablar a Dios así. Esto es lo más extraordinario que puede conseguir un poeta.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo Enrique, y enhorabuena por la publicación de "Lo que ha llovido".
Excelente artículo frívolo, pero bueno-bueno, de verdad. Y en realidad no es frívolo, es teológico.
ResponderEliminarY el poema es también muy bueno.
Me refería al artículo de los tacones (el otro también está bien, dicho sea de paso).
ResponderEliminargracias por ser a veces frívolo...
ResponderEliminarSoberbio (sin faltar).
ResponderEliminarNo sé si estoy de acuerdo con el poema después de encontrar esto en Tertuliano:
ResponderEliminar"Oran también los ángeles, ora toda criatura, oran los ganados y las fieras y doblan sus rodillas, y cuando salen de sus establos y madrigueras no miran con callada boca, sino que, a su modo, hacen resonar su espíritu. Pero incluso las aves, al elevarse al cielo, extienden también la cruz de sus alas como si fueran manos y dicen algo que parece oración..." (De oratione, 28-29)
¿Y el poeta, el antiguo "vates", en su calidad de "oráculo", se resiste a que su verso ore...?
Un saludo...
"Dejadnos a nosotros los complejos". Buen verso para ese Purgatorio insomne del que hablabas en Alba. Sería la frase que los ángeles purgativos les dirían a aquellos que sufren por pudores, escrúpulos y demás inmerecidos retorcimientos de la autoconciencia. Sería una liberación, como el "déjeme el abrigo, y siéntese junto al fuego. Ahora le traigo una cerveza, y algo para comer". Saludo con el que imagino las puertas del cielo.
ResponderEliminarSólo falta hablar de los Manolos, o las Manoletinas, los Merceditas, las Bailarinas, los Castellanos y, lo último, los Peep Toes,(también llamados en versión española, Letizios)
ResponderEliminarDa igual: CUM LAUDE para esta tesis.