Nada más verme, el zapatero hizo un leve gesto de sorpresa y saludo que me sorprendió mucho porque sólo había ido una vez hace siglos. Enseguida empezó a ponerse nervioso con el cliente anterior. Ese quería unos remaches en una lona para un camping, y el zapatero le exigía perentoriamente medidas, dobladillos, una tela más fuerte. De repente, se aburre del de la lona, le aparta, porque "lo suyo es muy entretenido", dice, y me cuela: “Y usted, ¿qué deseaba?” Apabullado por su amabilidad, pongo sobre el mostrador un par de mocasines. Lo mira detenidamente y se le ocurren nuevas mejoras, más baratas. Me pregunta para cuándo lo quiero, le contesto, tímido, aterrorizado, que me corre bastante prisa, y responde que claro, que sin problema. El de la lona y dos o tres señoras miran sin dar crédito. Cuando va a escribir el resguardo, levanta los ojos, me mira de frente y asegura: “¿Máiquez, verdad?” El corazón me da un vuelco de campana, pensando que ha reconocido al hijo de mi madre, que había sido clienta suya. Pero no; con la más franca de las sonrisas, añade: “Leo todos sus artículos en el Diario”. Y a mí, sediento, como ustedes saben, de reconocimiento y fama, se me cae, sin embargo, el alma a los pies.
Que mejor lugar para que el alma se caiga a los pies...
ResponderEliminarMe quito el sombrero.
ResponderEliminarLa semi (que es hija y es madre).
Ojalá todos los "Zapatero(s)" te hiciesen el mismo caso.
ResponderEliminarEsto es un rompimiento de gloria...
ResponderEliminarMe asomo desde Praga para aplaudir, aunque un aplauso no sea lo que más pegue aquí; pero que conste lo que me ha impresionado leerla.
ResponderEliminarYa Cicerón afirmaba que el camino de la inmortalidad era la fama...
ResponderEliminarhala, a cargar con ella...
Un saludo y gracias por la entrada.
Fama y afinidad, menos mal, que, si no, los zapatos acaban con tachuelas.
ResponderEliminarPreciosa historia. Yo me buscaría lectores afines en todos los gremios: el abollón del coche sobre la marcha, la merluza más lustrosa, la cañita mejor tirada...
Y cuando tengas que volver a hacer obras, ya sabes, sólo a los que empiecen diciendo "Máiquez ¿no?"
Qué alegría, eso es vida.
Jajaja. Del Puerto era también un tal Seca.
ResponderEliminarMe uno a un comentario anterior. Esto es un rompimiento de gloria. Bravo, cuántas cosas demuestra esta entrada, porque además sabemos que es sincera.
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