martes, 14 de julio de 2009

En la zapatería

Nada más verme, el zapatero hizo un leve gesto de sorpresa y saludo que me sorprendió mucho porque sólo había ido una vez hace siglos. Enseguida empezó a ponerse nervioso con el cliente anterior. Ese quería unos remaches en una lona para un camping, y el zapatero le exigía perentoriamente medidas, dobladillos, una tela más fuerte. De repente, se aburre del de la lona, le aparta, porque "lo suyo es muy entretenido", dice, y me cuela: “Y usted, ¿qué deseaba?” Apabullado por su amabilidad, pongo sobre el mostrador un par de mocasines. Lo mira detenidamente y se le ocurren nuevas mejoras, más baratas. Me pregunta para cuándo lo quiero, le contesto, tímido, aterrorizado, que me corre bastante prisa, y responde que claro, que sin problema. El de la lona y dos o tres señoras miran sin dar crédito. Cuando va a escribir el resguardo, levanta los ojos, me mira de frente y asegura: “¿Máiquez, verdad?” El corazón me da un vuelco de campana, pensando que ha reconocido al hijo de mi madre, que había sido clienta suya. Pero no; con la más franca de las sonrisas, añade: “Leo todos sus artículos en el Diario”. Y a mí, sediento, como ustedes saben, de reconocimiento y fama, se me cae, sin embargo, el alma a los pies.

9 comentarios:

  1. Que mejor lugar para que el alma se caiga a los pies...

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  2. Anónimo10:28 a. m.

    Me quito el sombrero.
    La semi (que es hija y es madre).

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  3. Ojalá todos los "Zapatero(s)" te hiciesen el mismo caso.

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  4. Me asomo desde Praga para aplaudir, aunque un aplauso no sea lo que más pegue aquí; pero que conste lo que me ha impresionado leerla.

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  5. Auberon Quin11:37 a. m.

    Ya Cicerón afirmaba que el camino de la inmortalidad era la fama...
    hala, a cargar con ella...
    Un saludo y gracias por la entrada.

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  6. Fama y afinidad, menos mal, que, si no, los zapatos acaban con tachuelas.
    Preciosa historia. Yo me buscaría lectores afines en todos los gremios: el abollón del coche sobre la marcha, la merluza más lustrosa, la cañita mejor tirada...
    Y cuando tengas que volver a hacer obras, ya sabes, sólo a los que empiecen diciendo "Máiquez ¿no?"
    Qué alegría, eso es vida.

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  7. Jajaja. Del Puerto era también un tal Seca.

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  8. Anónimo9:48 p. m.

    Me uno a un comentario anterior. Esto es un rompimiento de gloria. Bravo, cuántas cosas demuestra esta entrada, porque además sabemos que es sincera.

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