martes, 7 de julio de 2009

¿Oigo voces?

Según la cola, o compro el pan en la baguetería legal o en una furgoneta pirata que trae un pan buenísimo de El Cuervo. Ayer, por suerte, en el establecimiento regular (en todos los sentidos) había una cola tremenda y me dirigí, con la conciencia relativamente tranquila, al señor de la furgoneta. Empezó a atenderme, pero le hicieron un pedido desde un coche parado en medio de la calle, y se abalanzó a ver qué querían. El hombre le tiene un miedo grande (y natural) a la policía y no quiere por nada del mundo que se le monte un sospechoso atasco alrededor. A su regreso, yo aceptaba sus disculpas, cuando de pronto me suelta, sin venir a cuento: “Ya lo dice el refrán: ‘Cuanto menos se lee, menos se escribe’” En mi vida he oído ese refrán, que es, además, un endecasílabo, y que me atañe de una manera espeluznante. Estoy tentado a acercarme hoy a su furgoneta para preguntarle si de verdad, de verdad, me dijo eso, o es que oigo voces. No sé si me atreveré. Mientras tanto, por si acaso, me he puesto a leer de nuevo.

5 comentarios:

  1. La sabiduría popular es infalible. Y como de lo que se come se cría (otro refrán popular) y a lo mejor me abro un blog, seguiré leyendo el tuyo.
    Un abrazo.

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  2. Anónimo9:58 p. m.

    Le pasan a Vd. cosas sorprendentes. Gracias por compartirlas.
    Jilguero.

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  3. Es muy bueno. Me encanta el refrán. Tan cierto y actual.

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  4. Pues esas baguettes vienen con valor agregado...
    Oráculo de la furgoneta.

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  5. Anónimo7:03 a. m.

    Para tu equilibrio psíquico he de confirmarte que las palabras que le oíste al vendedor ambulante de pan salieron efectivamente de su boca. Hoy, sentado con Miguel en El patio (el bar), llegó el hombre, me ofreció de lo que llevaba, compré algo, y le comenté que había salido en internet. Le expliqué la historia, y, en la amigable compañía de una cerveza, me dijo que efectivamente era una frase que él repetía a menudo, y que era verdad (“cuanto menos se lee menos se escribe"). Se la había oído a un ingeniero agrónomo con el que trabajaba para compatibilizar la protección de los cultivos de arroz con los de… no me acuerdo, creo que de algodón. Advertí en su mirada cierto desencanto, pues imaginó lo que deseaba: que te hubieras puesto de su parte frente a su competidor, que ahora le impide desarrollar su comercio en la forma que lo venía haciendo. Ya sé que ni lo sabías ni la cuestión es incontrovertida.
    Jilguero

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