viernes, 18 de diciembre de 2009

Sois judíos

En una de mis pocas fotografías a la que tengo cariño aparezco con mi hermano Jaime. De viaje por Europa vimos una pintada —no sabíamos si en una casa particular o en una sinagoga— con una esvástica y una acusación: “Sois judíos”. Tapando con nuestras caras sonrientes la idiota cruz gamada, posamos orgullosos bajo ese título nobiliario: éramos judíos.

Del hecho en sí no tenemos certeza. Pero habíamos sido educados en el amor absoluto por los judíos Jesús, María y José, entre muchos otros. Luego, la pasión por la literatura hizo el resto. Cuántos escritores extraordinarios son judíos. No es casual: su lectura de las Escrituras les prepara de una forma extraordinaria.

En todo caso, es bien probable que tengamos sangre judía, gracias a Dios. La historia de España deja poco lugar a dudas. En mi familia, además, hay narices que encajan en el perfil. Y mi padre una vez me explicó muy serio que Abrahán negoció mal la salvación de Sodoma, porque al no haber esos diez justos con los que Yahvé ya le había concedido el perdón de la ciudad, dejó de regatear. Mi padre, con todos los respetos para el padre Abrahán, hubiese seguido terciando hasta un no tajante, lo que indica una decantación de la raza. Con estos antecedentes, ya pueden ustedes imaginar la alegría con la que recibí la noticia de las investigaciones de las universidades de Leicester y Pompeu Fabra. Según sus estudios, los andaluces occidentales tienen un 18% de ADN sefardita. Malo sería que a mí, tan del Puerto de Santa María, no me tocase en suerte por lo menos un décimo, ¿no?

A esta llamada de la sangre, le ha dado una explicación el teólogo judío Michael Wyschogrod. El compromiso de Dios con Abrahán y su familia es una prueba de su amor por los individuos concretos. Él no ama en abstracto al género humano como un socialista, sino a las personas a la sombra de su árbol genealógico y de sus relaciones concretas. Mi admiración por los judíos es, por tanto, una expresión más de mi firme vocación de amado de Dios.

11 comentarios:

  1. Joseph Roth decía: "a los judíos no nos persiguen ya por haber matado a Cristo, sino porque Cristo nació entre nosotros". Los totalitarismos, y no sólo de derechas, han sido antisemitas, aparte de anticristianos. El judío encarna la tradición y la persistencia de lo sagrado, y eso no lo pueden soportar construir su particular Hombre Nuevo. A mí también me gusta pensar que soy judío. Saludos.

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  2. Yo estoy con la judeofilia disparada, leyendo The lonely man of faith, del Rabino Joseph B. Soloveitchik. ¡No te lo pierdas!. Definitivo.

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  3. En este mundo, como dice la canción de Drexler, todos somos de todos lados.
    Yo, como Borges y como tú, también estoy encantado de la posible ascendencia judía.

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  4. Juan Ramón1:34 p. m.

    Escribir sobre los judíos y la cultura judía en Europa es un ejercicio de melancolía y luto, afirma el periodista Hermann Tertsch en su magnífico libro "La venganza de la Historia". Sólo hay que mencionar a escritores como Kafka, Musil, Joseph Roth, Stefan Zweig, Paul Celan; compositores y músicos como Mahler, Horowitz, Yehudi Menuhin; cineastas como Lubitsch, o Billy Wilder. Frente a ese esplendor cultural del "mundo de ayer" centroeuropeo, exterminado por el fanatismo racista y totalitario de nazismo y comunismo (conviene no olvidar que la izquierda de hoy, hija del socialismo de ayer es antisemita), la Europa de hoy va siendo reconquistada de nuevo por el nacionalismo y, cuidado, por el Islam, enemigo a muerte del judaísmo, y que no se caracteriza precisamente por su riqueza cultural.

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  5. Auberon Quin5:04 p. m.

    Sí, puede ser un poco de luto y de melancolía, pero también de re-encuentro y conversión y de re-descubrimiento de la propia identidad -la más auténtica y honda, y la más noble-. Así que ahora, en tiempo en que coinciden navidades y hanuka, brindemos como brindan los judíos, no sólo por la salud, sin por la misma vida: Lehayim!

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  6. Bravo bravo y bravo. Yo amo la música sefardita. Y los salmos, que son judíos. Soy judía, seguro.

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  7. Los judíos, un pueblo impresionante tanto en literatura como en historia. La pena es que pasan algunos años y vuelve a crecer el antisemitismo, y ahora entre los llamados 'progres'. ¿A quién no le gusta Hava Nagila o la literatura de Roth? Judíos: el pueblo más impresionante entre muchos otros

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  8. Estoy muy de acuerdo con tu artículo. Ser judío, más que profesar una religión, es hoy en día una identidad, como lo es ser musulmán para un bosnio de Sarajevo que no va jamás a la mezquita ni se rige por los mandamientos del Corán. Y es muy cierto que la educación en el judaísmo aporta valores aplicables luego al buen uso de la inteligencia. Discrepo un tanto, sin embargo, de Juan Ramón cuando afirma que el islam es enemigo a muerte del judaímo: la historia demuestra que los musulmanes han sido siempre mucho más tolerantes con los judíos que los cristianos (hay que dejar a un lado a los radicales, que también los hay entre los judíos ultraortodoxos). Me uno a los comentaristas que se sienten identificados con este post, pese a no ser ni sentirme judío, aunque sí admirador de muchos ilustres y no tan ilustres judíos.

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  9. Anónimo11:39 p. m.

    Rayos y centellas! Es usted incorregible, primero se atreve a poner en duda una verdad de fe: El cámbio climático, y ahora muestra simpatía por los judíos. Lo dicho, incorregible.
    Por algo son (somos) el pueblo elegido.
    Meg

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  10. Recuerdo con cariño aquel viaje rumbo a París, Enrique. Y el momento exacto en que Jaime y tú os hicisteis aquella foto. Como si fuera ayer.

    No sé si tengo sangre judía, pero la literatura nos conforma más que el ADN...

    Un abrazo

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  11. Anónimo12:09 p. m.

    ¿No hay aquí cierta tendencia a ver la realidad sólo con un ojo? Mi admiración por (lo mejor de) la cultura judía en general, y su literatura en particular, es grande. Pero no siento, en cambio, ninguna admiración por las atrocidades cometidas en Gaza (o en Sabra y Chatila, por hacer un poco de memoria). Si pensar así es ser antisemita, acepto el calificativo... aunque a mí me parece que es ser, únicamente, partidario de la verdad y la justicia. O, volviendo al principio para terminar, de ver la realidad con los dos ojos, y no sólo con uno.

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