1) Veo en Statcounter lo que andan buscando en Google para llegar a Rayos y truenos. Todo me parece muy bien o me hace gracia. Sólo una búsqueda me inquieta y desazona de verdad: la de los que preguntan al oráculo por “Enrique García-Máiquez”. ¿Qué encontrarán?
2) Tenía preparada una entrada [véase en comentarios] sobre las sesiones de evaluación. Pero ahora, metido hasta el cuello en ellas, no soy capaz de ponerla aquí arriba, a la vista de todos. No es por prudencia ni por pudor ni tan siquiera, creo, por la impotencia que en algún caso —y no hablo de aprobar o suspender— siento. No la pongo, qué raro, por demasiado verdadera.
3) Aprovechando la lluvia en los cristales, leo a Machado. Cuando dice lo de “Y volver a sentir en nuestra mano/ aquel latido de la mano buena...” pensé que hablaba de su Leonor y me quedé tan campante, pero el poeta precisa: “aquel latido de la mano buena/ de nuestra madre”. Ah, ahí está el maravilloso Veritatis Splendor, que justo en el poema que sigue Machado describe humildemente como “la ola humilde […] de unas pocas palabras verdaderas”. En la mano de la amada, umm, se siente la piel, la piel y el alma. El latido sólo en la mano de la madre, lo recuerdo perfectamente. Qué honda la verdad, qué misteriosa.
Soy un blando con mis alumnos y qué voy a hacerle si están todos enchufados. Leonor en persona tiene un interés particular en cada uno de ellos. Sabe sus nombres mejor que yo y desde mucho antes. No es extraño porque conoce a sus madres de toda la vida y esa ilusión desmedida que han puesto en que sus criaturas se saquen por fin un título de FP y se hagan una mujer o un hombre de provecho. Leonor me recuerda el orgullo esponjado con que los padres se sorprenden de mis fáciles sobresalientes: “Si pudieras verles, tan orondos…” Seriamente cada mañana me recuerda: “No les falles a tus alumnos”. Y cada noche me pregunta: “¿Te acordaste de lo que te dije?” Yo a veces me quejo de alguno y es peor, pues entonces me contesta muy seria: “Por eso te lo enchufo, qué te has creído tú, con los perfectos no hace falta”. Casi nunca estoy a la altura del enchufe, eso tengo que reconocerlo, pero tampoco lo olvido casi nunca. Así les va a ellos: en general, muy bien conmigo. Mi asignatura es una maría. Eso ya no se dice, pero yo se lo enseño enseguida: “maría”, que es nombre maternal.
ResponderEliminar(En realidad no es Leonor quien los enchufa, sino Dios en Persona, que es más aún, aunque para que me entendáis para mí es lo mismo: un enchufazo.)
Dos entradas (la de verdad y el comentario) a cual mejor. Entran ganas de matricularse en FP, enchufado por supuesto.
ResponderEliminar...pues yo andaba buscando tu dirección de correo electrónico, pero no la encuentro. Metí tu nombre en el monstruo y llegué al blog, y a algún otro sítio más. Tampoco la encontré aquí, pero pasé un buen rato.
ResponderEliminarTal vez te vea por allá dentro de unos días.
Un abrazo.
Hermoso final en forma de endecasílabo: "Qué honda la verdad, qué misteriosa."
ResponderEliminarSaludos