Estoy en la biblioteca del instituto, leyendo apaciblemente a Cecília Meireles, acompañado por seis o siete casi silenciosos alumnos. Desde fuera, alguien abre, se asoma y no encuentra a quien buscaba. Pero deja la puerta --que cierra mal-- encajada. Un alumno entonces se levanta enseguida, cruza en línea recta toda la biblioteca y, con un golpe seco y lo más cuidadoso posible, la cierra. Vuelve a sentarse. Nada más.
Ha sido un gesto profundamente civilizado, y diría, venciendo el miedo a parecer cursi, que hermoso. La biblioteca, cualquier biblioteca, tiene que tener puerta, por supuesto, y sin pestillo, pero la puerta debe estar bien cerrada.
Fue Rubén Moreno González. (Le pedí el nombre para rendirle este homenaje.)
Tienes suerte de que se respete de forma tan cuidadosa el silencio en la biblioteca de tu instituto porque ne el Colegio Altair no se puede ni estudiar a veces (no siempre pero...)
ResponderEliminarGenial homenaje Haría falta aquí gendarmes del silencio como Rubén.
Un Saludo.
En la biblioteca de mi colegio la gente comía y escondía el bocata de chorizo debajo de las mesas;
ResponderEliminarse llenaba los días de lluvia de una masa de gente alborotada;
el profesor que la cuidaba tenía cara de búho y ademanes de agente de la KGB;
un libro llamado "Los perros de la guerra" tenía un pegote de paté entre dos de sus páginas, doy fe;
la mayoría de los libros eran donaciones del colegio "Santa María del Pilar";
la gente iba para copiar los deberes de la siguiente clase;
era toda una aventura la clandestinidad de los comentarios;
...
La puerta se cerraba sola, además.
Rubén llegará lejos.
Un saludo.
De que instituto era la biblioteca ?
ResponderEliminarRubén ... que gran persona :)
Ies Virgen del Carmen. Pto Real.
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