lunes, 7 de junio de 2010

La atracción del fracaso

Anoche me disponía a escribir un indiscutible artículo-reseña para Alba sobre Sociedad limitada, el último libro de Miguel d'Ors. Para llamar la atención del respetable, empezaría por el explosivo final del poema "Autorretrato condicional", que es como recibir a puerta gayola:
iban a ver ustedes
un miguel d’ors que nunca sospecharon:
con el cetme en la mano, monte arriba,
detrás de la bandera rojigualda,
el Crucifijo al cuello,
disparando con toda la intención
y gritando “Por Dios y por España.”
Pero en realidad se trataba de defender una lectura de d'Ors donde el factor clave (lo dice el título del libro y el prólogo insiste) es su rechazo a la modernidad. Más claro, si cabe, en Más virutas de taller: "Mundo actual: como en los espejos del callejón del Gato, sólo aparecen con buena figura los que son deformes". Desde luego, ese rechazo estaba ya presente en todos sus libros, pero ahora se subraya un aspecto que ilumina muchos versos de d'Ors y, sobre todo, muchas de sus posturas. Le espanta el éxito y la gloria. Pura lógica d'orslógica: eso sería salir favorecido en los reflejos del callejón del Gato. El poema "Mis siete motivos para desear que no me dediquen una calle", además de su impecable factura y su gracia, es una calle con salida porque está conectada a esa rotonda de su visión de la vida. Lo mismo puede decirse del poema "De fuegos y buitres", que sin estas premisas podría parecen un pico exagerado. Y yendo más atrás, se entiende que cuando dedicó Es cielo y es azul (1985) "A mis hijos, que me ayudan a no ser un triunfador, con mi gratitud", no había, como pudimos, ingenuos de nosotros, pensar en su momento, ni una gota de acíbar, sino un muy sincero suspiro de alivio. Menos mal, suspiramos ahora nosotros, que la poesía se le presenta de improviso al maestro, como Ava Gardner a Mario Cabré (fíjense, fíjense en las implicaciones morales de la imagen) y le hace más difícil escapar, si no al éxito, por lo menos a la gloria. Es una nueva línea de lectura que permitiría entender un poco mejor su obra y por tanto disfrutarla aún más. Pero no sólo sus hijos le ayudan a no ser un triunfador. Mi hija se acaba de apuntar al juego: se puso a llorar sin pausa y no me dejó escribir sino un artículo normalucho e interrupto, entre nana, arrumaco, inexperiencia y desesperación. Y yo, ay de mí, que pensaba concluir convenciendo inapelablemente a los grandes del mundo de la cultura que la mejor forma de castigar tanto desapego de d'Ors era premiándolo sin parar. Jorobándole, que se lo merece...

10 comentarios:

  1. Me gusta mucho D'Ors, he aprendido tanto de sus poemas, pero el rechazo tan tajante a la modernidad... comparto algunas de sus críticas, pero tan lejos no le puedo acompañar. No puedo extirparme la modernidad, pero sí purgarla.

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  2. Crecemos soñando con grandes arcos triunfales / Vivimos saliendo por pequeñas puertas de atrás.

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  3. Gracias por el adelanto, Enrique, yo no consigo descargar más que cinco motivos de los siete anunciados, así que corro a una librería a encargar el resto...

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  4. Jodó (perdón...) con el final. Más que un final, es un principio.

    Tengo encargado el libro, pero no llega nunca.

    Eso sí, ya me dirá usted como le puedo hacer llegar una boina roja y un "detente bala " a Don Miguel.

    Aunque, ahora que lo pienso, igual los tiene ya.

    Saludos

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  5. El problema, querido Mora Fandos, es que no se deja purgar la modernidad, ¿no? A mí también me gustaría no darle la razón al maestro d'Ors en algunos detalles, pero me lo están poniendo difícil. Es un tema que cada vez me preocupa más.

    La clave, Céfiro, es que para d'Ors, las puertas de atrás, tal y como está el mundo, Facundo, son los grandes arcos triunfales, y viceversa.

    Sí, A.R., solo salen los cinco primeros motivos, y para no dejar a medias el poema y porque el sexto viene muy a cuento con el argumento que nos traemos entre teclas, ahí van:
    [...]
    Sexto: porque uno es
    tan redomadamente vanidoso
    que prefiere mil veces presumir de modestia
    a presumir de placa,
    así fuese de bronce de Carrara.

    Y además, que la D, la O y el apóstrofo
    no se ponen así.

    Santiago, 17-XI/Poyo, 18-XI-2009

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  6. Anónimo4:18 p. m.

    Puestos a seguir con los hipervínculos (a ver si me sale) creo que falta éste.
    Enhorabuena por el blog.
    Saludos,
    R

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  7. El primer motivo me recuerda cierto poema de Aresti en el que deseaba que después de muerto no pusieran su nombre a una cale de Bilbao.

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  8. Sí, Modernidad, espinosa cosa. Pero, puestos a la purga, distinguiría entre Modernidad y modernos: hay muchos modernos inabordables, intratables -cada caminante, siga su camino-. Lo que me interesa es la Modernidad en mí, es una fuente de identidad, con sus cosas positivas, y ahí una purga sí que me puedo propinar: es necesario, como el equilibrio de los humores, por aquel entonces de Renacimiento.

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  9. Muchas gracias, Bored (I'm sorry), por la pista de Aresti. Colecciono fuentes de d'Ors y ésa no la tenía.

    Y sí, Anónimo ¿R?, la reseña de JLGM está estupenda. No la enlacé porque yo iba a hablar del "a pesar de todo". Te agradezco que la hípervincules.

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  10. Gracias por las dos razones complementarias, Enrique, ya tengo el libro entre manos. No he esperado a terminar lo que estaba leyendo (JA González Iglesias) para ponerme con d’Ors. Y mira que son distintos, pero nada más empezar curiosamente he comprobado que los dos se apoyan en los mismos versos de Ungaretti: "M’illumino / d’immenso" (Sociedad limitada, p. 25; Del lado del amor, p. 75). Cosas de la Poesía.

    Yendo al punto, coincido en que muchos de estos poemas no se entienden si no es a la contra. Porque afortunadamente hay miguel d’ors para dar y tomar. Por ejemplo, también está el que escribió "El tema de España", uno de mis favoritos. Y también hay otro al que, cuando se trata de sendas pirenaicas (escenario que no se presta precisamente al politiqueo), no le importa titular un maravilloso y emocionante poema como "Caminos/bideak".

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