lunes, 13 de septiembre de 2010

Leve toque maestro

José Jiménez Lozano, en Historia de un otoño deja caer una joya de ironía. En la historia, el amable abate Dubois hace una exposición del desengaño que la vida supone tanto para las monjas como para las señoritas que se casan y que se habían pasado, previamente, el día hablando de amor y creyendo que es una batalla de rosas o de poesía; en todo caso, de inacabables desmayos del corazón... Pero (y aquí viene la joya en negritas mías) luego sucede que:
Su marido bebe o lee o anda tras otras muchachitas.
Es un levísimo toque maestro, aunque en mi conciencia haya resonado como un tremendo aldabonazo, y por sorpresa.

6 comentarios:

  1. Juan Ramón8:08 p. m.

    Jiménez Lozano es un maestro de la ironía y nunca deja de sorprender y gustar. Lo he vuelto a comprobar este verano al leer su última novela, "Un pintor de Alejandría"; cada capítulo era una gozada que te dejaba un poso de sonrisa y reflexión. Tengo pendiente la lectura de sus primeras novelas, incluyendo la que citas. Este estupendo apunte me sirve de invitación a su lectura. Muchas gracias.

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  2. La "Historia de un otoño" es bellísima, y espeluznante. Da mucho que pensar, sobre Occidente, la Iglesia, la autonomía de la conciencia, la soberbia (de los mandatarios, pero también de las monjitas de Port-Royal des Champs "puras como los ángeles, pero orgullosas como demonios". Gran libro.

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  3. Bueno, yo creo que la lectura también alimenta al amor y me parece hasta seductor (en su justa medida claro)

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  4. Afortunadamente, leer, hoy, es otra cosa.

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  5. ”Era una mujer menudita, espiritual, de dulce rostro muy blanco (...). A su belleza física, tan frágil, unía una inteligencia muy aguda, una extremada cultura y modales encantadores. Y esa alegría, que invadía su persona, resultaba contagiosa o retadora (...). Para algunos libertinos, resultaba incómoda su presencia, porque esa libertad de espíritu de mademoiselle, su belleza y su risa deshacían sus ‘a prioris’ de que el cristianismo era el culpable de que la vida humana supiese a ceniza, como si no fuese ceniza la condición de ésta”: ¡Maravillosa mademoiselle de Joncoux!

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