Ayer me derramé encima el café en la biblioteca del centro. Me pasé el día oliendo a café con leche, y ni siquiera el vaso de agua que me derramé en la sala de profesores dos horas después diluyó las manchas, aunque había agua suficiente para dejarme perdido y dejar un gran charco en medio de la sala. Confundí el edificio donde tenía que dar unas clases. Cité mal un título. Creía que había mandado al periódico unas colaboraciones, pero no salieron de mi ordenador. Por la noche borré un comentario en el blogg, y era elogioso, encima. (No hace falta decir que no fue mi modestia, supongo.) Puse unas comas donde no eran en la corrección de unas pruebas.
Y yo no me veo especialmente nervioso (o sea, que la cosa todavía puede ir a peor).
Lo peor es enemigo de lo malo, así que no le cojas gusto.
ResponderEliminarBueno, días así hay, Enrique. Cuenta con mi apoyo en la distancia.
Que va, Enrique, eso no es mala señal. Es que estás poniendo la atención donde verdaderamente tiene que estar. Ser padre es aprender a ser mediocre en muchas otras esferas de la vida... o al menos eso me digo. Un abrazo.
ResponderEliminarSonríe, tocayo; mañana puede ser peor
ResponderEliminarFalta el enlace con la entrada sobre estadísticas.Intentaré no sucumbir a la tentación mezquina de alegrarme ;O)
ResponderEliminarMe ha recordado el video del cocktail (si quita seriedad a la entrada, mejor elimina este comentario) http://www.youtube.com/watch?v=d-nGAajmvSc
Ja, ja, ja... Seguro que no es para tanto.
ResponderEliminarGracias por el apoyo y por el vídeo solidario de Miriam, que he visto varias veces, con regocijo creciente. Muy mona la familia, a pesar de todo.
ResponderEliminar¿O sea que aún no sabés que es lo que verdaderamente está pasando?
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