Un libro que no voy a escribir, aunque me gustaría, es la historia de una ruptura, ya sea de un amor o una amistad. Cuando la novela empezase, ya habría acabado la relación, y cada capítulo consistiría en una minuciosa vuelta de tuerca en la memoria del protagonista. La ruptura iría enfocándose desde diversas perspectivas, que se sucederían en noches de insomnio. ¿Un título? Las mil y una noches, quizá. Poco original, pero con una calidad bien contrastada.
El protagonista comenzaría analizando con frío bisturí las culpas y las bajezas de la otra parte. Luego, imperceptiblemente al principio, poco a poco, iría entendiendo cada vez mejor las razones contrarias hasta que, de pronto, asumiría, en una agridulce revelación, su propia parte de responsabilidad.
Si quien lo escribiese (que no seré yo) fuese un buen escritor, se transmitiría que ninguna de las versiones es falsa, aunque la verdad total sólo brillará cuando se agoten las posibles perspectivas, si eso fuera posible. Mientras que el personaje cree firme y sucesivamente la versión de cada noche de insomnio, el lector iría completando un complejo mosaico de culpas, contra-culpas y errores de doble sentido.
Si quien lo escribiese (que no seré, ay, yo) fuese un escritor extraordinario, se percibiría que la amistad o el amor, contra lo que creen los protagonistas de la historia, no ha muerto, y que, del mismo modo que los insomnios acaban en el amanecer, cabe esperar una nueva oportunidad. Eso no se dirá jamás, porque en el libro habla el protagonista, y él o ella no lo sabe; pero lo irá adivinando con alegría creciente el lector.
Finalmente, si el escritor (que no seré yo, no) fuese un genio, todos los lectores de ese libro acabarían sabiendo que ellos son el protagonista de aquella historia. Que en todas sus rupturas y peleas, las culpas son complejas y compartidas y minuciosas y, en última instancia, insuficientes para ahogar un amor o una amistad. La posibilidad de una nueva oportunidad ya quedaría en las manos del lector, una vez que dejase en la estantería el libro, o se lo regalara a un amigo antiguo, o a un viejo amor.
¿Y por qué no lo escribes? Sería una auténtica pena no aprovechar un esbozo como el que acabas de proponer. Aunque ya nos hayas desvelado el final, que es en realidad el principio.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Magnífico artículo! Te felicito.
ResponderEliminarEsto podría ser, mutatis mutandi, una magnífica reseña de "El último encuentro" de Sandor Marai.
ResponderEliminarYo fui el culpable, único (no tengo dudas acerca de esto), del término de una amistad. Al cabo de los años, mi (ex)amigo me perdonó. El perdón fue posible porque mi error no había fulminado toda la amistad. Quedan siempre restos, y en esto tienes toda la razón.
ResponderEliminarQué post tan rematadamente bueno, admirado EGM. Ahora tienes sólo que escribir la novela...
ResponderEliminarNo la escribas, mas (observa el detalle) ve escribiéndola, a ver qué pasa... Tú ya me entiendes.
ResponderEliminarBartolo
Es la novela que hace falta, ciertamente. Nos falta el genio.
ResponderEliminarPues que pena que no la escribas o ¿ya has cambiado de idea y la estás escribiendo?
ResponderEliminarComo dice Jesús esta novela nos hace falta mas nos iremos aviando con el esbozo entretanto.
Ya que te niegas tanto, hay dos cosas. Insitirte, que no es mi especialidad. Y difundir la idea, así quizás demos con otro escritor que sí lo quiera hacer.
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