viernes, 29 de octubre de 2010

Sucesivos escolios a un beso implícito

Llora la niña y la tumbo a mi lado, y empiezo a leer en alto Textos de Gómez Dávila, concretamente el capítulo donde explica que la conciencia nace con la percepción del fracaso ineludible que implica ser hombre. La conciencia es la conciencia de un fracaso o de un anhelo de plenitud inalcanzable. Carmen se calla, casi atenta, contenta sin duda. Descartada la posibilidad de que siga la argumentación de Gómez Dávila, creo yo que lo que la mantiene absorta es la música verbal. Cuando uno lee a otro comienzan a sonar dos voces, la del otro y la de uno, y si ese otro conversa en su texto con algunos más, termina sonando, imbricada en una sola voz cantante, toda una polifonía. Eso disfrutaba Carmen.
***
Hasta cierto momento, en que reclama la sola voz de su padre, un solo, un aria, un do de pecho. Un beso, pienso, es la renuncia al mordisco que está en las profundidades prehistóricas de nuestro subconsciente. Algo así como decir: "Te comería, porque comestible eres, o sea, buenísima para mí, pero mejor no te devoro, porque mejor aún es que existas fuera de mí". Un beso, por tanto, se queda siempre a medio camino, con la belleza de una media verónica.

No lo he pensado solo, que conste, sino en un dueto con Carmen, porque ella aún no besa: muerde, con la boca abierta, temible, como la de un caimán.
***
Los libros no son buenos sólo para leer ni para morder. Le gusta mucho también que se los acerque a la cara y los hojee y el ventalle casi le roce la naricilla. Sonríe y, con el plof final, se ríe. Otra vez y otra vez. Quizá en esa brisa vaya Gómez Dávila como Dios paseaba con la brisa de la tarde del paraíso, que al fin y al cabo era la de su obra.

10 comentarios:

  1. Sí señor. Por cierto, en cuanto al nacimiento de la conciencia personal, yo lo pondría mucho antes: en el descubrimiento del otro, del tú. Bueno, lo dice la tradición personalista, a mí me parece que es así. Por eso, una sociedad de liberales radicales, "a su bola", termina siendo un agregado de mónadas de baja autoestima.

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  2. Creo que todo lo que escribes sobre Carmen -lo de hoy, sobre todo el beso/mordisco, estalla de puro bello- podría constituir en su día un librito precioso.

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  3. ¡Lo del beso, lo del beso! ¡Qué bueno!

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  4. Por cierto, qué buena entrada.

    (¡Y qué textos para iniciar a tu Carmencita! Así "estimulada", se dirá en su biografía: "A los 6 ya leía la Summa...").

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  5. Te felicito por haberte resistido a la tentación de Saturno, jaja
    Yo también la he tenido y también la resistí. Y la resisto. Nos queda el beso.
    Luego está esa otra broma que te hacen cuando son adolescentes "ahora lamentas no habértelos comido" pero a mí no me hace gracia.

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  6. Y os recomiendo a todos la película "vivir para siempre": dura y deliciosa y con una figura, la del padre, con una lección importantísima. El protagonista para "comérselo".
    No os la perdáis, yo tuve la suerte de ver la premiere ayer en Sevilla, a beneficio de Andex. A partir de hoy ya está en toda España.
    Película española pero buenísima.

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  7. Gracias a todos. Así da gusto. Otra polifonía es esto. Y me has dado una idea, JI: a ver si le leo la Suma de aquí a 6 años y empiezo a escribir su biografía.

    Me apunto ese precioso título: Vivir para siempre, que es un buen propósito.

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  8. Anónimo12:08 a. m.

    Carlos dijo:
    Esa explicación del beso es genial. Supongo que algún antropólogo la habrá contado alguna vez, pues después de habértela leído a ti, resulta de lo más convincente. Yo, mientras no se demuestre lo contrario, te la atribuiré a ti. Ya lo han dicho otros: Lo de Carmen debe acabar en libro: es una proeza ser dulce tierno y siempre alzar el vuelo, sin caer nunca (y sería tan excusable) en la bobería y la cursilería. A veces caes en la crueldad, como cuando contabas que encendías la luz golpeando el interruptor con la cabecita de Carmen (ya sé, ya sé, el golpecito más leve que puede imaginarse). Lo de crueldad lo decía de broma: me reí mucho con esa escena (ese punto de brutalidad envuelta en la mayor delicadeza).

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  9. Muchísimas gracias, Carlos.

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