Hacía mucho tiempo, si ocurrió alguna vez, que nadie decía a mi paso: “¡Mira qué músculos!” Pasó ayer. Dos chicas y un tío, además. Estaban sinceramente admirados. Concretando más, eran un cirujano y sus dos enfermeras, y habían tenido que escarbar (mucho, sí) para quitarme un bultito (un bultito bueno, no os preocupéis). Y lo bueno, bueno era su asombro admirado ante la limpieza final de mis músculos, que me compensó algo. Tanto, que a pesar del dolor y la resaca, aquí estoy, tecleando, presumiendo.
Tenías que haberles explicado que practicas el lanzamiento de limones y el baile alrededor de cuna. Todo eso muscula mucho.
ResponderEliminarQue se pase ese dolor.
Un abrazo.
Entre limpieza y desorbitado existe una diferencia de clases.
ResponderEliminarSaludos.
Yo sabía de la limpieza de sangre, ahora me topo con la limpieza muscular.
ResponderEliminar¡Qué importante es el aseo corporal!
Y eso que la gimnasia no es tu fuerte.
ResponderEliminarJilguero
Enrique, no me des estos sutos...
ResponderEliminarMe alegro de que fuera bueno... Uf!
ResponderEliminarEnrique la anterior era yo, Verónica
ResponderEliminar¡Grande! Divertido texto Enrique.
ResponderEliminarNo seguía, por falta de tiempo y desconocimiento, tu cuaderno de bitácora.
Me pasaré a menudo por aquí, seguro, y dejaré mis saluditos.
Un beso.
Charo.
Buena recuperación.
ResponderEliminar¡Qué músculos!