jueves, 7 de abril de 2011
Incoherente II
Nadie más cascarrabias que yo con (contra) el culto actual a la juventud. ¡La lata que os he dado en mis artículos! Sin embargo, en la presentación gaditana de Con el tiempo, a media altura de la sala, se sentó una pandilla de cinco y, más atrás, tres chicas solas, más indubitablemente de instituto, a las que no volví a ver después. Cuando acabó el acto, los cinco, dos muchachas y tres muchachitos, se acercaron a saludar a un profesor suyo de latín en la universidad. El profesor no daba crédito a que hubiesen ido a una lectura de poesía sin que nadie se lo hubiese mandado en la Facultad (de Filología) ni les pusieran un positivo o algo así, sino por gusto y curiosidad. Le faltó un pelo para decirme que había sido lo más emocionante de la velada. La responsable del CAL también flipaba (sic), y lo comentó varias veces. Qué raro que vengan los jóvenes, qué bien, es la primera vez que pasa, no te quejarás, eh. Incluso Leonor, contagiada, comentó: “Qué monos”. Supuse que se refería a todos, y no sólo a los chicos, aunque podría ser. Las chicas, por cierto, eran muy monas. A mí me habían emocionado más otras compañías. Mónica, por ejemplo, una compañera de oposiciones de hace casi quince años, que había guardado con cuánta delicadeza el rescoldo de nuestra vieja amistad agobiada de entonces. Me acordé, claro, de Pia de Tolomei. Y había un señor mayor, muy bien peinado su pelo blanco, que me lee todos, recalcó, los miércoles y todos, insistió, los domingos, y que había venido —le costaba andar, aunque lo hacía muy derecho, apoyado en su bastón— ex profeso, subrayó, a oírme. Hubo otros casos, pero lo que quiero decir, resumiendo, es que yo no veía un mérito especial en lo de los jóvenes, oh los jóvenes, los jóvenes. Pero incoherente con mi natural combativo, no dije nada de nada y me sumé, agradecido, al coro de los admiradores.
Ayer, querido Enrique, tuve que optar entre la presentación de tu poemario y la charla sobre la Sábana Santa que daba en la parroquia Rafael Resines (médico). Y…ya sabes.
ResponderEliminarJilguero
No se me ocurre mejor razón para faltar, aunque hay muchas buenas...
ResponderEliminarGracias.
Oye, ¿y tú distingues a los de universidad de los de instituto? porque a mí me cuesta ya, los veo a todos igualmente crudos, y me preocupa el síntoma.
ResponderEliminar¿Culto a la juventud?
ResponderEliminarYo hubiera pensado lo contrario. Los comentarios de la gente suelen ser del tipo de los de Ignacio: qué crudos están, etc. Y bueno, no digo que no.
Incluso yo, que siempre me he creído eso de "sed siempre jóvenes", me he ido contagiando de un cierto escepticismo -más propio de la "vejez"- y de una especie de nostalgia de futuro y a veces quisiera tener ¡ya! por lo menos treinta años.
Sí que es bonito el verso de Dante: conmueve.
ResponderEliminarBonita crónica. Me ha gustado mucho también el artículo que enlazas, que no había leído.
ResponderEliminar"Quien te recuerda te bendice", es buenísimo.
Me ha recordado a un poema de tu hermano que me impactó mucho. Yo también tengo muy mala memoria.
Lo de "por lo menos treinta años" es un golpe bajo, Marcela. Que se te perdona no sólo por el emocionante poema a tu hermano en tu blog, sino porque yo también tuve esa especie de nostalgia de futuro y, lo que te parecerá más extraño, ¡aún la tengo!
ResponderEliminarEn realidad, Ignacio no juzga. Dice que, desde nuestra atalaya (con perdón del eufemismo) es difícil distinguir. Y lo es. Lo que intentaba decir cuando dije: "más de instituto" era "más indudablemente de instituto" mientras que con los 5 otros tenía mis dudas, o sea, el preocupante síntoma que dice I.
Y qué bien me recordáis la justa jerarquía: la Sábana Santa, Dante, mi hermano… Por si me tomé demasiado en serio los aplausos de anoche, que yo creo que no, pero nunca se sabe y toda prudencia es poca.
Gracias mil.
Siento no haber podido asistir... sobre todo por las dos monadas.
ResponderEliminar¿ Tienes prevista presentación portuense?
Un saludo y enhorabuena.
PS. Me comentan que serás la "estrella" invitada en la inauguración de una biblioteca escolar.
Enhorabuena por esa lectura, E., de la que me han hecho hoy una cumplida crónica. Siento no haber podido estar. Un abrazo.
ResponderEliminarTenga usted en cuenta, señor Enrique, que somos el futuro. Y posiblemente, alguno de esos jóvenes tan monos que nos encontrabámos allí aquella noche, pudiéramos ser el futuro de la poesía. Nunca se sabe. Ustedes los adultos deberían de dejar de prejuzgar y generalizar, es una manía que tienen (sé que me responderá que yo lo estoy haciendo ahora, y lo acepto. No me quedó otro remedio), y que espero no adquirir yo con los años, con el tiempo. Gran obra la suya, un saludo, y buena suerte.
ResponderEliminarHuy, a mí tampoco me quedó otro remedio que generalizar. En realidad no prejuzgaba a los jóvenes, sino ese manía de los adultos de alucinar con vosotros. Para mí un lector joven vale lo mismo que un lector anciano, es decir, muchísimo.
ResponderEliminarY por supuesto: nadie tiene más posibilidades de ser el futuro de la poesía que quien la escucha con tanta atención en el presente. Muchísimas gracias.
Y a JMBA, por supuesto.