Sin ironía ninguna, de verdad cuánto trabajaría yo si fuese rico… Pensaba haber escrito un homenaje a Cioran para celebrar sus cien años de vida explicando que, contra la tristeza y la desesperación, él ofrece un tratamiento homeopático, que funciona. Para hablar de su obra, no ahorra metáforas médicas y farmacéuticas, porque él era muy consciente de esos efectos suyos paradójicamente vitalizadores. Claro que, porque usaba principios activos un tanto venenosos, los daba en aforismos, como si fuesen pequeñas dosis, en grageas. Al final, cada libro suyo, afirmaba, difería el suicidio. Y, de hecho, se pasó la vida recibiendo a suicidas potenciales y convenciéndoles para que pospusiesen la decisión. Pero no me ha dado la vida para escribir nada especial. Bueno, el escritor homenajeado es él, así que pondré cosas suyas y saldremos ganando. Sólo he llegado a repasar su primer libro, que escribió muy joven y que es impresionante, De lágrimas y de santos:
En el Juicio Final sólo se pesarán lágrimas.
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¿Poseeré la suficiente música dentro de mí como para no desaparecer jamás? Hay adagios tras los que no puede uno pudrirse.
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Comparado con Aristóteles, un santo es un analfabeto. ¿Por qué, entonces, nos parece que podríamos aprender más de este último?
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Los filósofos tienen la sangre fría. Sólo existe calor en las inmediaciones de Dios.
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Un filósofo sólo puede evitar la mediocridad mediante el escepticismo o la mística, esas dos formas de la desesperación frente al conocimiento.
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El mérito de España ha consistido no sólo en haber cultivado lo excesivo y lo insensato, sino también en haber demostrado que el vértigo es el clima normal del hombre.
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Sin Dios todo es noche y con Él hasta la luz se vuelve inútil.
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Desprecio al cristiano porque es capaz de amar a sus semejantes de cerca. Para volver a descubrir al hombre yo necesitaría el Sahara.
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La mística es una irrupción de lo absoluto en la historia. Al igual que la música, ella es el nimbo de toda cultura, su justificación última.
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Quien no piensa en Dios continuará siendo un extranjero para sí mismo, pues la única vía del conocimiento de sí pasa por Dios.
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¿Existe en el arte otro criterio fuera del acercamiento al cielo?
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En el Greco, las figuras y los colores flamean verticalmente. En Van Gogh también los objetos son llamas y los colores queman. Pero horizontalmente, esparcidos por el espacio. Van Gogh es un Greco sin cielo, un Greco sin más allá.
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El deber de un hombre solo es estar aún más solo.
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He comprendido: Dios es un absoluto que se economiza.
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Legitimando la fiebre, el cristianismo creó las condiciones favorables para un “cultivo” de santos. Él ha elevado la temperatura del hombre…
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No creo haber perdido ni una sólo ocasión de estar triste. (Mi vocación de hombre.)
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Cuando busco una palabra que me agrade y me entristezca a la vez, sólo encuentro una: olvido.
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Con un poco de celo hubiéramos podido hacer más feliz a Dios. Pero le hemos abandonado y se encuentra ahora más solo que antes del comienzo del mundo.
En posts como éste, tengo la sensación de que fueras un rey de cuento arrojando monedas de oro: me agobia saber que pierdo muchas casi más de lo que me alegro de las que gano.
ResponderEliminarQuiero decir: cada una de estas citas merecerían un blogg. O varios.
Tengo la impresión de que la filosofía no se lleva bien con la mística porque no puede admitir que exista un conocimiento más alto y evidente; y que la mística ni acepta ni impugna el conocimiento filosófico, sino que pasa olímpicamente del asunto. Pero me faltan datos para apoyar esta intuición-ocurrencia.
ResponderEliminarJilguero
Sólo la primera puede ya despertar la más extensa de las discusiones teológicas. Me quedo con esa, sea como sea el resto.
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