domingo, 9 de octubre de 2011

El fuego y la oreja


Cuando en un pueblo tratan mal a Jesús, su discípulo más amado, Juan, y nuestro santo patrón Santiago, le proponen a dúo que pida que caiga fuego sobre las cabezas de los indígenas y los abrase. Jesús les riñe por esa ardorosa falta de caridad. Al otro discípulo predilecto, a san Pedro, nada menos, le reñirá también cuando echando mano a la espada (que llevaba) le cortó una oreja a Malco —a propósito, si yo fuese ganadero de reses bravas, a un toro lo llamaba Malco ya mismo—. Como se sabe, Jesús estaba por el amor y por el perdón y va corrigiendo a sus duros discípulos, pero quizá también tendríamos que considerar un hecho: Él, que podía haber escogido a los que quisiera, no los prefirió pusilánimes, ni mucho menos. 

4 comentarios:

  1. ...gente de buen corazón y mal carácter...

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  2. Creo que los amables Hijos del Trueno se inspiraron en Elías que tampoco era pusilánime. Lo que corrigió Jesús en ellos no fue -me parece- su mal carácter -no eran monjas ni vendedores de enciclopedias- sino su precipitada interpretación de la Biblia.

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  3. Anónimo7:22 p. m.

    Pues qué quieres que te diga, me vale para Pedro que tomó cartas en el asunto pwersonalmente, pero los otros dos me parecen en esa ocasión más unos pelotas acusicas a la sombra del fortachón: huy, lo que te ha dicho, pártele la cara.

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