lunes, 21 de mayo de 2012

Dejándome caer de espaldas

Uno de los problemas que me ha dado este blogg desde que, a principios del verano pasado me puse a reunir, seleccionar, rechazar y corregir las entradas de El pábilo vacilante, ha sido el de seguir escribiéndolo. Me lo perturba la seguridad de que el hilo —tenue, pero hilo: los hilos suelen ser finos, que si no son cables— narrativo del libro ya no lo volveré a conseguir jamás, ni su densidad de sucesos ni la condición casi cervantina (con perdón) de maravillas y encantamientos, aunque cotidianos y casi secretos. A cambio, me consolaba y divertía pensar que, mientras que Lo que ha llovido salió publicado en unos cuadernos de poesía, El pábilo vacilante lo haría en una colección de narrativa. Qué a propósito.

Y sin embargo aquí sigo, como puede comprobar el amable lector. Ya veremos qué sale esta vez y dónde acabo. Se vive hacia adelante, pero se comprende hacia atrás, como dijo Joseph Joubert o Soren Kierkegaard, tanto monta. Se escribe hacia adelante, pero se publica hacia atrás, podría ser una variante ad hoc. Aunque no, porque aquí escribo dejándome caer de espaldas. Se trata de un ejercicio práctico de confianza. Alguien me recogerá.

3 comentarios:

  1. El libro, desde luego, es una maravilla.

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  2. ¿Qué va salir, hombre, qué va a salir? Otra genialidad, no lo dudes.

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  3. Gracias a ambos. No espera que me recogierais tan pronto y tan cariñosos de este dejarme caer de espaldas, pero os lo agradezco muchísimo, naturalmente.

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