Nenhum milagre é permitido agora
Ayer traduje este soneto de Mario Quintana (el III de Rua dos Cataventos) y a partir de hoy empiezo a usarlo de oración de ofrecimiento de obras, aunque reconozco que por las mañanas temprano se me acumula últimamente el trabajo por aquí y por allá:
Cuando al alba mis ojos se entreabrían
se cerraron de nuevo, deslumbrados:
unos peces vivaces y dorados
volaban en la luz y en ella huían.
En las calles brillaban los tejados.
Las claras mariposas se reían.
Y en el arcón donde dejé guardados
mis zapatos, de golpe, florecían.
¡Y yo casi levito, contagiado!
Evítame, Señor, ese prodigio...
Cómo iban las familias a mirarme…
Cualquier milagro ahora está vedado,
y de éstas pierdo el poco de prestigio
que en mi barrio pudiera aún quedarme...
¡Qué bueno! Muchas gracias. ¿Cómo es que no nos damos cuenta cada mañana de verdaderamente florecen los zapatos?
ResponderEliminarY enseguida motivos para que el ofrecimiento de obras se transforme en acción de gracias.
ResponderEliminarMe gusta el final irónico y, como se dice técnicamente, anticlimático.
ResponderEliminarElevación ma non troppo, que no tenemos alas, aunque sí zapatos y algunos hasta sandalias.
Un saludo!
Esta para acostarse, del magnífico blog de Marcela Duque (http://elduquedecamelot.blogspot.com.es/):
ResponderEliminarORACION DEL NIÑO AL ACOSTARSE
Dame, ¡oh Dios! tu bendición
Antes de entregarme al sueño,
y de todos los que yo amo
Cuida tú mientras yo duermo.
Por mi madre, por mi padre,
Por mis hermanos te ruego,
Que los guardes largos años
En salud, fuerza y contento.
Dales consuelo a los tristes,
Y remedio a los enfermos,
Y pan al menesteroso,
Y al huérfano amparo y techo.
Que te bendigamos todos
Por tánto que te debemos,
Y que al dormir el sueño último,
Despertemos en tu seno.
Belíssima tradução, o nosso Anjo Malaquias com certeza agradeceria. Grande abraço e vida longa.
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