Aquí unas cuantas figuritas. Me hubiera gustado añadir varias cosas, que no me cupieron: la posible raigambre ignaciana de hacerse un personaje del belén como técnica ascética, su virtualidad para ejemplificar la poesía de la experiencia y el monólogo dramático, como quien no quiere la cosa; y, por último, animar a algún filólogo a hacer una tesis doctoral sobre el particular, que, aunque parece pequeño, hay tema.
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