viernes, 18 de enero de 2013

Arte de insultar


En el arte de insultar mis hijos sólo pueden ir para atrás, como irán a fuerza de palabrotas, los pobres. Ahora tienen un único insulto: "¡Malo!", pero qué puede haber peor que decirle a nadie, ni qué, a fin de cuentas, más exacto. Uno se siente directamente interpelado.
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Cuando Carmen se enfada conmigo, ya sabe dónde duele más, y añade al "malo" algo tremendo: "¡Leonor no es tu mujer!"
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Por suerte, antes de que me hunda en la inquietud, añade: "Leonor es mi mujer", y yo, que creí que no había nada más allá de la maternidad, descubro cada vez que lo dice, porque Carmen no falla, que todavía más es el matrimonio. Y quedo encantado, como es lógico.
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Además a Carmen los enfados le duran muy poco. Y a Enriquito todavía menos.


4 comentarios:

  1. Todo un carácter, Carmencita, y con toda la razón del mundo. A ver por qué se dice "yo os declaro marido y mujer" si ese no es un par equivalente.
    Hay mucha tela que cortar, y mucha psicología femenina y masculina detrás del modesto "mi marido" y ese absoluto "mi mujer".
    Y terrible ese "malo!", uf. Porque no suena a insulto, es cierto.
    Se aprende mucho con los niños.

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  2. Muchísimas gracias, CB. Por lo bien visto, del marido y la mujer, y por saber leer lo inquietante que es ese "malo", que yo no había sabido explicar del todo, pero ni falta que hacía con lectores como tú.

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  3. Anónimo9:54 p. m.

    Triálogo:
    Madre: ¿me quieres?
    Hija: Sí, mucho
    Padre: ¿Y a mí?
    Hija: Sí, pero poco.

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  4. Pero si lo decías tú todo, Enrique: qué puede haber peor, ni, a fin de cuentas, más exacto.
    Me hizo recordar una mañana que salíamos con prisa porque se nos escapaba el autobús del cole y Enriquito iba gritando que no podía correr porque llevaba los cordones desatados. Cuando le dije que peor para él si se caía, que así otro día en vez de ponerse a jugar antes de salir se los ataría, me soltó un ¡mala! que aún recuerdo. Me llegó al alma por eso, por exacto. Te diré que todavía sueño a veces con él corriendo con los cordones desatados.

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