Incluso más que a mí gustaría este artículo a un amigo sacerdote de Burundi que se formó en mi archiquerido seminario de mi archiquerido Toledo. Recuerdo que le invitamos a pasar las fiestas de mi pueblo, una pequeña villa de La Mancha, con unos fuegos artificiales para marcar el comienzo de las fiestas en consonancia con el tamaño del pueblo; es decir, poco más que cuatro cohetes de colores que pocos vecinos salen a ver, quizás sólo los que conservan ilusión: ancianos y niños. Llevaba yo la cámara de fotos en la mano, y al terminar se dio cuenta y me recriminó que no la hubiera usado: hubiese podido llevar esas fotos a su tierra. Seguro que los petardos no le gustan, creció en la guerra y tienen ecos de bombas.
Incluso más que a mí gustaría este artículo a un amigo sacerdote de Burundi que se formó en mi archiquerido seminario de mi archiquerido Toledo.
ResponderEliminarRecuerdo que le invitamos a pasar las fiestas de mi pueblo, una pequeña villa de La Mancha, con unos fuegos artificiales para marcar el comienzo de las fiestas en consonancia con el tamaño del pueblo; es decir, poco más que cuatro cohetes de colores que pocos vecinos salen a ver, quizás sólo los que conservan ilusión: ancianos y niños.
Llevaba yo la cámara de fotos en la mano, y al terminar se dio cuenta y me recriminó que no la hubiera usado: hubiese podido llevar esas fotos a su tierra.
Seguro que los petardos no le gustan, creció en la guerra y tienen ecos de bombas.
Schopenhauer lo dijo: la cantidad de ruidos inútiles que una persona puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia.
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