Iba leyendo sin demasiada emoción el libro de Juan Perucho El duque de Portland sale a la calle (Pamiela, Pamplona, 1988). Las postales culturalistas me dejan doblemente indiferente: por postales y por culturalistas. Sin embargo, el poema en prosa "El país de la fábula" me entusiasmó. No sé si podrá leerlo todo el mundo con el mismo estremecimiento, porque creo que tiene uno que sentir que allí es donde le gustaría habitar:
EL PAÍS DE LA FÁBULA
I- Paisaje
Hay colinas soleadas con bosques que el viento acaricia suavemente y con ruiseñores entre las ramas. Ríos de agua plateada donde poder bañarse. Los animales, parlantes.
II- Clima
Es preferible una larga primavera, aunque con súbitas y cortas irrupciones de frío y calor para no encontrar a faltar demasiado el invierno y el verano.
III- Lengua
Son diversas, y con precisas y enjoyadas etimologías. Las lenguas se usan según conveniencia de cada caso y según el vestido que se lleva puesto.
IV- Etnia de los habitantes
Aparecen como gente no demasiado rara, pero con la continua asistencia de gnomos, moros y elfos. A veces, un personaje podría ser simplemente un aire estremecido y perfumado.
V- Pesos y medidas
Es un hecho totalmente indiferente.
VI- Religión
Impera la católica, apostólica y romana, pero con un gran sentido del misterio y de lo sobrenatural, y con una liturgia muy erudita y, naturalmente, en latín.
VII- Las ciudades
Son amables para el forastero, y con un trazado de calles sorprendente y cambiante.
VIII- Gobierno
Los cargos honoríficos y acatados con reverencia.
IX- Las fuentes de energía
Totalmente mágicas.
X- Mobiliario
Está al cuidado de las damas, las cuales son bellas, femeninas y especialmente aptas para el amor cortés.
XI- Indumentaria
Se tiene un gran sentido de la dignidad y de la elegancia. Perfumes quintaesenciados y eróticos.
XII- Monumentos
Son extraordinarios.
XIII- Diversiones públicas
Fiestas que recuerdan los Carnavales Venecianos. Lujo y belleza. Candelabros. Espejos sin fondo. Máscaras y músicas rumoreantes. La gente iría a estas fiestas como en un sueño.
Yo me apunto. Y cuando ya creía que el libro me había dado con creces lo que había ido a pedirle, me di con el poema "Requiem aeternam dona eis, Domine". Me hizo recordar con intensidad el sentimiento que tuve en la iglesia de La Puebla de don Fadrique, lugar de mi abuelo paterno y su familia, que abandonó de niño. Hace pocos años lo visité y fue una ocasión extrañamente emocionante, sobre todo en la iglesia, que pensé inefable. Anoche Perucho la describía a la perfección:
[…]
Miro la eclesiástica
estructura de la nave
y el pequeño confesionario
traspasado por extintas
voces de la familia.
Me apoyo en silencio
en un arco de la iglesia.
Talmente fue así.
Yo me apunto pero en esas fiestas me iré de retiro.
ResponderEliminarSí, las fiestas son siempre el punto flaco, qué tentador acompañarte... aunque esos candelabros y músicas rumoreantes.
ResponderEliminarY que no falte el áurea picuda, que describe en las Historias Naturales, y su canto "perfecto, armónica y melódicamente inaudible".
ResponderEliminarComo te decía en google +, no me borro de la lista por la fiesta en sí, sino por el modelo propuesto. Creo que lujo y fiesta en la misma frase es un oxímoron.
ResponderEliminarCurioso, recuerdo que me gustó ese mismo poema, El país de la fábula. Siempre me pregunté el porqué del título del libro, hasta que hace poco descubrí que el Duque de Portland real fue un excéntrico que vivió durante años y años recluido en su casa, laberinto soterráneo incluido.
ResponderEliminarUna joya de Perucho: "Libro de caballerías".
ResponderEliminarRecomendable en grado superlativo.
Acabo de morder el anzuelo, Nylon. ¡Ya me lo he comprado! Muchas gracias.
ResponderEliminarY no es nada curioso, querido Ignacio P. Es la joya del libro. Gracias por la anécdota Portland. Qué envidia, recluido en su casa, quién pudiera.