martes, 29 de enero de 2013
"Y se cayó"
Carmen va corriendo por el pasillo, retransmitiendo sus juegos, dándole a la imaginación... y lo que se da es un gran costalazo. Contra lo que yo esperaba y hubiese hecho, ella no llora. Constata en voz alta: "Y se cayó".
No vengo, ojo, a contar más cosas de mi niña, que luego me riñen, sino a admirarme de los poderes curativos de la narración. El costalazo tremendo, al formar parte de un cuento, se hace menos real, y Carmen lo incorpora a su juego y lo saca de alguna manera de sus costillas. Bien podríamos estar ante una de las razones más serias y más antiguas para narrar.
De una manera más cínica podemos atribuir la taumaturgia a los poderes de la tercera persona: como hablaba de otro, no le dolió tanto como si el batacazo se lo hubiese dado el "yo", con el ego por medio, emblandeciendo y sensibilizándolo todo.
¿Pero es que hay algo más importante que las cosas de tu niña?
ResponderEliminarJa, ja, ja, qué monada.
ResponderEliminarPues tienes razón, de ahí la utilidad de los psicólogos, porque escuchan las narraciones de los demás.
Pero mira, los niños mucho más prácticos no necesitan quién les escuche - o lo reconocen presente -, se divierten con ello y no pagan para ser escuchados.
A mí, que quiere que le diga, las entradas que más me gustan son las de andar por casa (la suya, claro). Debe de ser esa parte de mí a la que le atrae mirar por el ojo de la cerradura...
ResponderEliminarPor cierto, yo también creo en el poder sanador de la palabra. Vale para los golpes en la rodilla y para los del alma.
Saludos
Hago mío el comentario de Ignacio Trujillo.
ResponderEliminarY yo os lo agradezco mucho, querido Juan, y hago mío el de KK, por la cerradura y por el poder sanador de la palabra.
ResponderEliminarY me encanta la óptica que abre Isabel. Veo ahora que el problema de los psicólogos no es si te escuchan o no, sino que te hacen hablar desde el yo, y ahí es donde duele más.
Sugerente de veras la historia, y muy en su punto el comentario final aquí en el foro. Y perdóneseme la gramatiquería, pero en la frase que cierra la entrada, el "no le dolió tanto que" ¿no tendría que ser más bien "no le dolió tanto como"? Pregunto.
ResponderEliminarEfectivamente. Gracias. En cuanto pille un ordenador lo corrijo.
ResponderEliminarBien está lo del poder curativo de la narración-retransmisión-deportiva (mi hermano y yo para darnos costalazos teníamos un alter ego imaginario, vasco, llamado Mandrizabal: cuanto más fuerte era la toña más Mandrizabal nos sentíamos), pero no dejes de contarnos aventuras de Carmen, por favor.
ResponderEliminarLos niños están siempre repitiendo lo que escuchan, probando a ver si encaja en un contexto o no; en este caso me suena a la típica situación en que la mami o el papi van anticipándose: "verás, que te vas a caer, que te lo estoy diciendo, que te vas a caer". Lo que inevitablemente, cuando se cae, concluye con un "y se cayó". Carmen habría repetido aquí la frase que escucha en el costalazo anunciado. Sin cambiarle la tercera persona, que es lo encantador.
ResponderEliminarMe recuerdo cuando mi padre le pidió a una china en un restaurante: "¿botellita de medio litro de Rioja tiene?" Y contestó la china "sí tiene".
Vamos, a lo mejor no, pero es lo primero que he pensado :)
¿Se podría hablar, frente al poder curativo, o poco menos que anestésico, de la narrativa, de un poder de signo contrario en la lírica? Parece insinuado esto al final de la entrada, con su alusión a lo subjetivo (el “yo”) y a la sensibilidad.
ResponderEliminarJilguero.
¡Bravo! No lo he hecho queriendo, pero ahí está exactamente aludido. Y en mi poema "Lectura pública" también. Gracias por la iluminación, Jilguero.
ResponderEliminar¿Y quién te riñe?
ResponderEliminarA quienquiera que sea, no le hagas caso. Disfrutamos todos. Y aprendemos.