lunes, 4 de febrero de 2013
Clases
Hasta entre los mendigos hay clases. El de la puerta de la iglesia de los jesuitas, que se sabe el nombre de mis hijos y lo mal que se portan, y hasta les riñe, y le guardó durante un mes una pulsera perdida a Carmen, es como de la familia. Y como hay confianza, aunque él pide siempre, unos días me dice: "Hoy me hace falta", otros: "Hoy puedes no darme".
El sábado por la noche, tuve que aparcar un poco lejos, en la plaza de toros, y se me acercó desde lejos un mendigo bajito, sucio, encogido. "No tengo nada", le mentí, cortante. No era mi mendigo. Respondió un resignado: "Ya me lo figuraba", que se me clavó en el alma, con una dicción perfecta, en su justa medida, entonado entre la ironía y la predestinación. Y pensé volverme y darle, pero no lo hice por el más bajo de los motivos: por mantener mi mentira.
Ah, me gusta mazo hablar con esa gente. Hace unos años uno por mi barrio me dijo "chaval, dame 20 centimos para un trasplante de oreja" (sic); no le di, claro, la supuesta enefermedad en la oreja parecía completamente finjida.
ResponderEliminarNo, pero en serio, son peña con historias muy interesantes a veces.