No son ya los perros quienes corren a la puerta a recibir a Leonor, aunque siga yendo Pukka sola, ay. Hoy la competencia es imposible, porque van los niños, muy contentos, gritando: "¡Mamááááá!", que es grito insuperable. Aquí, sobre todo, Enrique es imbatible, porque tiene un andar potente y tambaleante que estremece de peligro y de ternura, y media lengua muy suelta. A mí no me cuesta tanto levantarme del sillón, ni mucho menos, aunque no puntúa, porque es para asistir al espectáculo.
Pasado el recibimiento entusiasmado inicial, seguro que puntúa.
ResponderEliminar¿En qué momento perderemos esa capacidad de entusiasmo de la infancia y, sobretodo, por qué?
Mi hija pequeña me dice con una sonrisa luminosa que me quiere más que yo a ella. Le digo que eso es imposible porque soy su padre, y que lo entenderá cuando sea mayor. Entonces resuelve la cuestión con un "las chicas queremos con más sentimientos" y ya no sé qué decir ni cómo devolver ese regalo.
ResponderEliminar¡Oh, Carbón! Se me ha encogido el alma.
ResponderEliminar¡Oh, Carbón! Se me ha encogido el alma.
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