jueves, 18 de abril de 2013
Amor y letras
Si tiene prisa, ahórrese la lectura de esta entrada. Su mensaje es: vaya a ver la película de Josh Radnor, Amor y letras. Y deje de leer si le fastidian los spoilers.
Como yo también tengo prisa, voy a ahorrarme las argumentaciones y me voy a quedar con dos o tres imágenes impagables.
Primera, las cartas de papel a mano. Ella, Zibby, las considera muy románticas y quedan en que se escribirán. La película muestra, efectivamente, la belleza de la cosa, pero a la vez --y esto se entiende hacia el final-- su caducidad. Es un símbolo --vuelve a entenderse al final-- de la nostalgia por el pasado/futuro que tiene la chica, con muy buen gusto, por otra parte. Y un flash genial, definitivo: él, Jesse, escribe a mano, porque han quedado en eso, pero copiando lo que previamente ha escrito en el portátil. Se ve un segundo, pero se ve clarísimo.
Segunda, el abrazo, nuevamente hermosísimo, en el teatro vacío. Desde luego, desde luego, es --aunque no lo sabemos aún-- un ensayo. No sólo la gran literatura y la música clásica, también el teatro tiene su papel en la película.
Tercera, el desencanto de los profesores de literatura de universidad, o por lo triste o por lo tremendo. Pero el genio que es Radnor (lo disimula, pero lo es) consigue que no sea una denuncia, sino la constación de un hecho, hecha con agradecimiento auténtico, ternura, comprensión y, sobre todo, sin que manche ni un poco el amor verdadero a los libros.
El amor y las letras salen indemnes, y, además, redimidas.
Coincido al 100%, a mí me encantó cuando la vimos y puse esto en mi blog:
ResponderEliminarhttp://1aguna.blogspot.com.es/2013/02/humanitateak-giza-zientziak-edo-arte.html
Vengo a decir que el personaje de Josh es un verdadero héroe, porque resiste la tentación (y no le hubiera costado nada caer en ella, que es lo que hubiera hecho la mayoría). Pero no por casualidad un maestro que tuve le puso el peculiar título de "Fruta prohibida" al manual de su curso universitario.
Y una curiosidad: si amplias la foto de abajo (en la de arriba Zibby está leyendo a Blake), se ve que Josh tiene un póster pegado a la pared donde pone "Thoreau".
Y una pena que en la traducción no se preserve el guiño del título original: “Liberal Arts”.
Saludos.
En vasco, ay, no me entero, y me interesaba muchísimo lo que dijeras de la peli. ¿Hay traducción?
ResponderEliminarLa escena de la tentación es prodigiosa, por cierto, porque al principio no sabes si ella confiesa eso en serio o en broma y es genial que sea verdad.
Leen a los grandes, sí, y aunque apenas se nombran autores se les siente gravitar.
En TWT, hemos tenido cierta discusión una amiga muy sabia y cinéfila y yo a cuenta del título. Yo estoy un poco contra la moda de no traducir los títulos de las películas. Nuestros compatriotas de la otra orilla del Atlántico no caen en eso. Evidentemente en toda traducción se pierde algo, pero es un tanto tramposo no traducir si la película va doblada. O todo o nada, digo yo. Y Amor y letras a mí me gusta: le veo su gracia.
Lo que dije en vasco es más o menos lo que he dicho ahora con más prisa. Para mí ese difícil decir que no (algo de Bartleby también hay) es lo mejor de la peli. Además, y a pesar del terrible retrato de los profes, además del amor a los libros sobrevive también el amor a la universidad, pero sin idealizarla. El principio de la peli algo de eso trata de reflejar, cuando con los créditos se ve a Josh/Ted respondiendo mecánicamente las preguntas de los estudiantes (diciendo "pues no tengo en mente la lista de asignaturas" y cosas así). También es muy real la bronca que se traen su mentor y el director del departamento (también antiguo alumno suyo), eso sí que está a la orden del día. Pero cuando con los créditos finales suena el "I Want a Kenyon Man" ves que Josh sigue enamorado de su alma mater.
ResponderEliminarEl nuevo título es bueno, sí. Pero en esto yo soy radical: ¡fuera el doblaje, viva VOS! No sé cómo la habrán doblado a la pobre, pero Zibby tiene una voz preciosa, lo que no podía ser menos en una peli con tanto teatro...
¿Está en los cines?
ResponderEliminarEstá en los cines, sí, y te encantará, Beades, contigo tengo aún menos dudas que con nadie.
ResponderEliminarY qué alegría estar de acuerdo contigo ACdR en todo, todo. Es prodigioso ese ver todas las miserias de la universidad y seguir amándola. Qué gran imagen de la madurez. Y también yo soy radical: VOS. Pero si no, este consuelo de pobre que se ha puesto de moda de dejar el título en inglés me da un poco de alipori.
Gracias por la recomendación. La veré este domingo. Me cuesta un poco sacar a Radnor del personaje de la serie HIMYM, (también es profe en la serie, de hecho). Pero se intentará.
ResponderEliminarYo disiento en parte. Me gustan las versiones originales. Pero hay doblajes realmente espléndidos. No hace mucho, José Luis Piquero se refería en su blog "La guarida de Caín" a los magistrales de Arsenio Corsellas (hay entrada a su nombre en wikipedia, y fragmentos de sus doblajes en youtube). Sería una lástima que todo eso se perdiera. La convivencia de ambas posibilidades me parece a mí de lo más enriquecedora.
ResponderEliminarTenías razón Enrique, me ha gustado mucho la película. Y tu entrada del blog certera resaltando detalles clave. A mi me ha gustado mucho lo de la relación literatura-vida que creo atraviesa toda la pelicula y por supuesto su relación con la madurez personal. ¡Que gran acierto incluir los personajes del chaval lector, el profesor jubilado, la chica y el mismo! Como cuatro fases y posturas en la vida y en relación con la literatura. Lo del libro de Crepúsculo versus Drácula, genial. No sé si conoces el dato, pero el libro que continuamente lee el chaval del intento de suicidio es "La broma infinita" de David Foster Wallace, que precisamente se suicidó en 2008, y el libro es uno de esos artefactos de la literatura posmoderna americana muy en la linea de Thomas Pynchon y compañía. Recuerda que a este chaval la pone el apellido de Franzen, como David Franzen autor de "Libertad" e íntimo amigo de Wallace y su gran defensor a pesar de que su literatura va por otro camino mas "convencional".
ResponderEliminarMM
Muchas gracias, Manolo. Llegué a sospechar que el libro que leía el joven amigo compulsivamente no era un título en concreto, pues no se cita, creo; sino un arquetipo de literatura de culto. Te debo otro dato. Y otro: el juego con sus apellidos, que se me había escapado.
ResponderEliminarY rindo mis armas a Gatoflauta. Llevado por el ardor contra la moda esta de no traducir los títulos, me he pasado, lo confieso. Estoy, en realidad, contigo: los doblajes pueden estar muy bien. Lo ideal es la libertad, por supuesto. Y es bonito que sea Piquero, tan traductor, el que los defienda justamente. Incluso se podría rebuscar algún caso en que el doblaje —como algunas versiones poéticas— mejore una actuación o una película completa.
No hace falta rendir nada, oiga. Pero sí, yo creo que la convivencia (de VO y doblaje) es buena cosa, y que la echaremos de menos si falta. Cierto que las voces originales son cosa importantísima. Pero no lo es menos que la necesidad de leer los subtítulos distrae e impide apreciar lo que a fin de cuentas es una sucesión de encuadres, en los mejores casos al menos muy meditados y medidos. No es raro que, en el caso de las películas en lengua extranjera que de veras me importan y que ofrecen ambas posibilidades, yo las vea en VO y dobladas. Creo que las dos se complementan; que se suman, no se restan. Especialmente, claro, cuando una y otra cosa están bien hechas; porque hay doblajes de juzgado de guardia, y subtitulaciones que son un boicot a la película. Pero, por fortuna, no siempre ocurre así.
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