Me hace mucha gracia cubrir periodísticamente los congresos literarios, pero cuando uno se pierde la primera sesión por un lío del IES, en la segunda interviene, con lo que eso distrae, y en la tercera le rapta el entusiasmo poético y la emoción por la acción de gracias continúa del homenajeado, no hay reportaje. Quizá dos o tres destellos, sí.
La azafata era muy guapa. Tan alta, que llevaba zapatos planos. Por una paradoja inexplicable, los zapatos planos hacen más alta, como los tacones exagerados acaban menguando a la portadora o portada. A la azafata se le hacían dos hoyitos en la cara cuando sonreía y sonreía mucho, pues seguía, atenta, el contenido de las intervenciones, que era lo más asombroso. Lo más gracioso fue, sin embargo, el respingo que dio cuando Aquilino Duque recordó que uno de los jinetes del Apocalipsis, según Alejandro Llano, es el feminismo. Siendo tan alta, con el salto, batió un récord. Pero se recobró enseguida
Un efecto muy bonito involuntario de la última sesión pareció un truco de magia. Carmelo Guillén hizo una exposición exhaustiva: su generación, Adonáis, Antonio Machado, Eliot…, y a partir de ahí, Luis Alberto de Cuenca se quejó de que le había dejado sin nada que decir de la poesía de Aquilino, pero se puso, y dijo muchas cosas: Foxá, Morand, Manuel Machado, la música, las relaciones con la generación posterior, lo onírico... José Mateos lamentó que en la invitación le hubieran engañado: decían que a una mesa redonda, y había sido a un potro de tortura, porque había visto cómo le pisaban uno tras otro todo lo que podía decir. Pero se puso, y aportó muchísimas cosas: el peso leve y ágil de lo andaluz en la poesía de Aquilino, su apuesta primera por los tardomodernistas, el papel del humor, su condición de precursor de la poesía familiar... Y habló luego Aquilino que, tras confesarse abrumado por lo completo y lo hondo de los análisis, aún aportó nuevas facetas: su religación, saltando por encima de la poesía social de su tiempo, con el 27, su camaradería con los de Cántico, su amistad con Valente... El efecto fue el de un sombrero de copa desde el que un mago iba sacando más y más maravillas inagotables.
José Mateos leyó un poema del primer libro de Aquilino, titulado "Alcalá de los Gazules", que a mí me había servido para ilustrar siempre la poca habilidad del maestro para la autopromoción y el autobombo. Invitado por fin al programa televisivo prestigioso y popular (eran otros tiempos) de Joaquín Soler Serrano, éste le pide que, para acabar, recite un poema, y Aquilino en vez de irse a lo culto e indiscutible que él tiene, le recita un poema de sabor local, breve y popular, que lleva como título el nombre de un pequeño pueblo de la sierra de Cádiz. Sin embargo, qué bien sonó allí en la voz de Mateos, y qué gran soleá final, donde está todo Aquilino, su agradecimiento, su asombro, su magia:
Una vez se me ocurrió
pedirle peras a un olmo
y el olmo peras me dio.
A la salida, Abel y yo coincidimos en señalar que creíamos que acababa: "y el olmo fue, y me las dio", que nos sonaba más popular. Acabo de consultarlo, y Pepín lo recitó como era, como suele.
Qué mona la azafata.
ResponderEliminarInvitación - E
ResponderEliminarSoy brasileño.
Pasei acá leendo , y visitando su blog.
También tengo un, sólo que mucho más simple.
Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
para ti, un abrazo desde Brasil.
www.josemariacosta.com