jueves, 19 de septiembre de 2013

Copas a la muerte de su padre


He dudado mucho qué versos escoger como homenaje y despedida a Juan Luis Panero, con quien tanto he leído. Y lo he leído también camuflado: dejó una huella profunda quizá no demasiado señalada en la poesía llamada metafísica de Marzal (véase Metales pesados) y de Felipe BR. Llevo dos días barajando versos suyos a modo de brindis final y epitafio de urgencia. ¡Tiene tantos!: 

el rumor de un río hecho de espejos rotos.
*
carcajadas frenéticas, frases supuestamente lúcidas.
*
qué real sigues siendo, qué difícil herirte[…]mientras te escribo, odiando hasta la tinta,[…]
*
y hay un cierto valor y cierta complacenciaen oír tiernamente crujir el esqueleto.
*
ver al fondo del vaso —caleidoscopio mágico—
*
cuando la muerte aún no bebía
*
Vivir es ver morir, envejecer es eso.
*
Anticuado, interrogo a las estrellas,
*
donde el alcohol y el hielo dibujan otra muerte.
*
sin más oficio que dialogar con la muerte
*
Sólo son tuyas —de verdad— la memoria y la muerte
*
[…] No doblan por ti las campanas,sólo el golpe de hielo en un vaso vacío. 

O también podría poner algunos poemas completos. Pienso que lo fundamental es lo que le afectó la muerte de su padre, la vida de su padre, la figura de su padre, la sombra de su padre, los amigos, las lecturas, las anécdotas de su padre. "Al llegar el cuarto aniversario" es un poema excelente, pero todavía me gusta más, aunque es más duro, "Frente a la estatua del poeta Leopoldo Panero". 

FRENTE A LA ESTATUA DEL POETA LEOPOLDO PANERO 

Poeta húmedo como Darío 
te define Oreste Macrí 
en la última edición de su antología. 
Por supuesto no descubre nada nuevo, 
el asunto de tu bebida ha dado ya mucho que hablar 
y por otro lado la comparación con Rubén Darío es bastante honorable. 
También se han comentado tus proezas en los burdeles 
y algunos de tus amigos las suelen repetir 
adornándolas con pintorescos detalles 
(aunque es muy posible que esto te divertiría saberlo). 
En cuanto a los arranques violentos de tu genio 
para que mencionar lo que todos sabemos. 
Sin embargo, para la Historia ya eres: 
cristiano viejo, caballero de Astorga, 
esposo inolvidable, paladín de los justos. 
Y también en todo eso hay algo de verdad. 
Sin duda eras un tipo raro y bien curioso. 
Rojo para unos, amigo de Vallejo, condenado en San Marcos, 
y azul para los otros, amigo de Foxá, poeta del franquismo. 
“La caterva infiel de los Panero, 
los asesinos de los ruiseñores”, 
que airadamente escribió Neruda. 
Y tu final —gordo y escéptico—, 
con tus trajes ingleses que tanto te gustaban 
y tu whisky en la mano, trabajando para una compañía norteamericana. 
Y años después canonizado en revistas y libros 
(excepto la alusión de Macrí), números de homenaje 
y las calles de Leopoldo Panero 
y las lápidas de Leopoldo Panero 
y el premio Leopoldo Panero 
y el colegio Leopoldo Panero 
y tu efigie entre otras ilustres 
en los muros solemnes del Ateneo 
y por fin esta estatua de Lepoldo Panero 
que contemplo en un helado atardecer 
mientras llueve a lo lejos sobre el Teleno. 
De verdad, me gustaría saber 
si los muertos conservan un cierto sentido del humor 
y frente a tu noble cabeza de patricio romano 
(que podría escribir cualquier cretino) 
“poeta arraigado”, “poeta de la esperanza”, 
“leonés sajonizado”, “hombre de secreto”, 
“eximio vate”, “gloria de nuestras letras”, etc., etc., etc.,
con tu libro de piedra sobre las rodillas 
y tus ojos perdidos —extraño personaje— 
puedes sonreÍr irónico y distante, 
pensando en tu batalla perdida de antemano. 
Yo así te lo deseo y no sin cierta envidia 
—estar muerto en España es un lujo envidiable— 
esta noche en tu casa mientras me sirvo un whisky 
y en el pesado vaso de cristal rayado 
el alcohol venerable y tu hijo primogénito 
(por supuesto menos venerable) te rinden 
—y no es broma— su más fiel homenaje.

[Desapariciones y fracasos (1978)]

3 comentarios:

  1. Tenemos algunos poemas de Juan Luis Panero en ZdeP. Por ejemplo, estos maravillosos versos:

    Olor de solitario y soledad, cama deshecha,
    cegados ceniceros en esta tarde de domingo,
    helado soplo de noviembre en el cristal
    y un vaso medio lleno de cansancio.
    Te escribo por hacer algo más inútil aún
    que pensar en silencio o imaginar tu voz,
    o escuchar una música herida de recuerdos
    o pedir al teléfono un absurdo milagro.
    “Éste es el corrido del caballo blanco
    que en un día domingo feliz arrancara”.
    Éste es el corrido, pero nadie canta,
    y un muerto con mi nombre, vestido con mis trajes,
    me saluda y observa por los cuartos vacíos,
    me mira en la distancia como si fuera un niño
    y acaricia en sus dedos un rastro de ternura.
    Sobre su frente inmóvil va cayendo tu nombre
    y humedece sus labios una lluvia perdida.
    Olor de soledad y humo de aniversario
    mientras busco, dolorosamente trato de recordar
    tus ojos insomnes con su vaho de mendigo,
    devorando su luz, ahogando su locura.
    Tus dos ojos como picos de presa que se clavan
    y rasgan y desgarran la piel de nuestro amor.
    Soplo de embriagado recuerdo, agria melancolía,
    rescoldo que tu lengua aún enciende
    en estas horas de striptease solitario
    en que celebro en tu derrota todas las derrotas.
    Un año después y tu pelo, tu largo pelo
    ardiendo desbocado entre mis manos,
    clavado para siempre en esta almohada,
    recorriendo esta casa, sus rincones y puertas
    como un viento insaciable que buscase su fin.
    Un año después de ya no verte,
    definitivamente talando en tu memoria,
    qué real sigues siendo, qué difícil herirte.
    La sosegada certidumbre de esta mesa en que escribo
    puede tener la pasión estremecida de tu piel
    y la ropa que el sillón desordena
    puede ahora ocultar el temblor de tus pechos.
    Sobre tu seco abierto y tus muslos de arena,
    sobre tus manos ciegas que persiguen la noche,
    qué triste es el cuchillo, qué aciaga la hoja.
    Un muerto con mi nombre y mis uñas mordidas,
    un cadáver grotesco, me dicta estas palabras,
    me señala en los cuadros, en la pared manchada,
    el destino de hoy, de este día cualquiera,
    al borde de mi vida, al borde del invierno,
    al borde de otro año que empieza con tu ausencia,
    al borde de mis ojos y tu voz que ahora escucho.
    Un año después de ya no verte,
    mientras te escribo, odiando hasta la tinta,
    en esta tarde de noviembre, olor de solitario y soledad,
    helado soplo en el cristal vacío. Un muerto.

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  2. Recuerdo cómo recordaba JLP a Borges, en 1998, en las jornadas borgianas que hubo en Sevilla, recitando -y recordando cómo le pidió a Borges que le recitara- "El Coronel Francisco Borges..." La voz cavernosa de Panero representando a Borges diciendo "¡cómo no, Panero"! Esa fue la vez que vi en persona a Juan Luis Panero. Después, ya sólo en "El Desencanto" (que es tan, tan triste). Gran poeta. En el futuro deberemos decir, parafraseando a Borges con los Machado, cuando se refieran al loco Leopoldo María "Ah, ¿pero Juan Luis tenía otro hermano, aparte de Michi?". Para hacer un poquito de justicia coloquial, vamos.

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  3. Sin entrar ahora a valorar la obra , sin duda estimable, de los Paneros, aterra tanta impiedad, sobre todo cuando retrospectivamente e igualados ya por la muerte, recuerda uno eso de:

    Ha muerto
    acribillado por los besos de sus hijos,
    absuelto por los ojos más dulcemente azules
    y con el corazón más tranquilo que otros días,
    el poeta Leopoldo Panero,
    que nació en la ciudad de Astorga
    y maduró su vida bajo el silencio de una encina.
    Que amó mucho,
    bebió mucho y ahora,
    vendados sus ojos,
    espera la resurrección de la carne
    aquí, bajo esta piedra.

    LEOPOLDO PANERO

    En fin, a poet death...
    No cabe duda de qué poema es más verdadero.

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