Tiene Jesús Cotta la bonita costumbre de mandarnos por correo electrónico un poema a la semana con un breve comentario suyo. El de ayer era de Antonio Hernández.
La paradoja
Me pegó mi padre, poco, pero un día.
Mi hermano mayor, otro día, fuerte.
Me pego mi madre sin usar las manos.
Me pegó el maestro con pena y con rabia.
Mas ninguno de ellos llegó a lastimarme
como luego la vida, cuando me quitó
a mi hermano, a mis padres y al maestro.
La paradoja, Dios, la paradoja.
Ahora, por fin, ya podrán perdonarme.
Es, a mi entender, un poema precioso, incluso con su "mas" y todo; pero el verso final resulta contraproducente. Y ya puestos, también el penúltimo. Sospecho que la idea del poema le resultó al subconsciente de Hernández tan políticamente incorrecta, que la emborronó —acto reflejo— un tanto. O quizá es que, desde que escribo, como recomendaba Luis Felipe Vivanco, con tijeras, leo también con tijeras. Si estoy equivocado, no dudad en avisarme, por favor.
Completamente de acuerdo. El último verso se carga el poema.
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