[Camino de la maternidad, cuando ya habían empezado las contracciones, Laski] Sabía bien que no debía preguntarle cómo estaba. [a su mujer Diane]
*
[Ya en el parto] Y ésta, pensó Laski,
es la razón de nuestro esfuerzo, que pueda venir el amor al mundo.
*
[El niño ha nacido muerto y el médico
les dice que podrán tener otro. Piensa Laski:] Se ha creído que eso es lo que
estaba en juego, nuestro deseo de tener un hijo, cualquier hijo, no este hijo
en particular que hacíamos balancear entre nosotros dos por el camino. Es
imposible que sepan lo especial que es.
*
Laski se agachó para darle un beso y
notó en la mejilla el lento discurrir de las lágrimas de Diane.
*
[Siente la presencia muy viva de su
hijo y lo sueña con él, luego…] Ya se va, pensó Laski. Ha madurado y me
abandona.
*
[Un encuentro en la puerta de la
Maternidad]
—¿Qué ha sido? —preguntó el hombre, sin
volver la mirada atrás, con los ojos fijos en la pista.
Laski titubeó mientras se alzaban en su
mente los fragmentos de distintas explicaciones —el bebé murió, no hemos tenido
nada—, pero luego sintió brotar de nuevo repentinamente el espíritu del hijo en
su corazón y respondió.
—Niño.
—Felicidades —dijo el hombre.
*
[el médico] Sé que es duro perder a tu
primer hijo cuando ya tienes treinta años. [El libro es muy sobrio, deja al
lector su parte. Aquí no glosa la insensibilidad del médico]
*
[Laski es escultor de madera y se
dispone a hacer él mismo el ataúd. Al principio le da cierta aversión, pero] …
pensando en los viejos tiempos, cuando se daba por hecho que los hombres
armaban los ataúdes de sus seres queridos, y se dio cuenta de que estaba bien
así, de que se trababa de un privilegio que ya pocos hombres conservan.
*
[Duda si no será mejor incinerarlo para
no quedar “atados a esa tierra para siempre”. Ya en la puerta de la funeraria,
se vuelve, dispuesto a enterrarlo y le explica a Diane que la idea de
incinerarlo] Sólo era un sueño con el que pretendía protegerme de la verdad de
la muerte.
*
—La próxima vez tendrás más suerte
—dijo la enfermera. [Y dale todo el mundo con la próxima vez.]
*
La caja estaba entre ellos, en el
asiento delantero y por un instante Laski olió el dulce perfume de la muerte.
¿O era el olor de la madera?
*
Sus manos se tocaron al coincidir en la
tapa de la caja de pino.
*
[Han de realizar mucho papeleo para poder
enterrarlo en el bosque que rodea la casa] Qué asustados estamos, pensó, si
hasta para enterrar a los muertos necesitamos permiso del gobierno.
*
[puso el pequeño ataúd sobre un trineo
para llevarlo junto al río y el libro acaba con este párrafo] Por la cuesta que
se extendía más allá del viejo granero, el trineo se desplazaba solo y Laski
iba corriendo a su lado, guiándolo por medio de la cuerda y haciéndolo pasar
entre unos pimpollos de piceas. Los brazos de aquellos arbolitos tocaban la
caja y dejaban caer algunas agujas y unas pocas piñas diminutas.
Sólo estas pinceladas ya golpean. ¡Bufff!
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