miércoles, 28 de enero de 2015
Psch
Como sabéis, porque es de lo que más presumo, me levanto a las 6:15 para desayunar con Leonor, que entra al alba a trabajar. Me levanto dormido. De hecho, yo me levanto mucho más cansado de lo que me acuesto. Es un sacrificio diario en el altar del matrimonio. Y no es por masoquismo, sino porque, siendo yo tan nocturno, si no hiciera este esfuerzo por sincronizar nuestros relojes biológicos, acabaríamos viviendo una vida por turnos, como en "Cruz de navajas". Pero en el madrugón no acaba la dimensión espartana de cada día. Lo que llevo peor es que Leonor se pasa el desayuno chistándome. Con el sueño, voy tropezando con los muebles, se me cae la cuchara, vuelco la taza del café. Temerosa de que despierte a los niños (que duermen como troncos, los benditos), Leonor insiste: "Psch, psch, psch". Y habla bajísimo, como contando un secreto. Y yo no me entero y pregunto: "¡¿Qué?!". Y ella musita, bajito y contundente: "Psch, por Dios!"
Me he reido
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