sábado, 7 de febrero de 2015
Poética
Quique me señala la plaza de toros y me da una explicación bastante exacta de la tauromaquia. Caigo en que he estado desatendiendo mis deberes de padre, y le prometo que le llevaré muy pronto a los toros. Me pregunta: "¿Vas a torear tú?" Cuando lo explico que lo más probable es que no, siente una tremenda depresión, que casi le tira al suelo. Y no le puedo reñir ni consolar porque entiendo y admiro su berrinche. En efecto, en el arte (en todas las artes) el espectador no tiene que existir, eso es para los espectáculos. En arte, están sólo el creador, la materia y lo creado. En poesía se ve claro que el lector tiene que poner muchísimo de su parte, mientras que el poeta o desaparece o se convierte, como quería Gil de Biedma, en poema. En los toros, Ramón Gaya avisaba que el torero nos representa a todos. Yo no me siento con fuerzas para explicárselo aún a Quique, pero sí para agradecerle la lección de repaso que me ha dado hoy, al borde de la Plaza.
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