viernes, 17 de abril de 2015

Buenos días, tristeza


Anteayer y  ayer he tenido dos días muy tristes, lo que no deja de ser una novedad. Me miro con curiosidad casi científica. Pienso en la amargura de quien viva con el corazón así de encogido semana tras semana. Uf. 

Confluyeron muchas cosas: murió la madre de un amigo del instituto; la inspectora de educación vino a vernos; hay dos prólogos por escribir que pesan sobre mi conciencia, pues estoy retrasando unos libros que merecen la pena y que sus autores esperan ver publicados con la ilusión lógica; Corina se ha vuelto a su país... Mi intervención en la mesa redonda "El humor y los límites de la libertad de expresión" en el IES Santo Domingo no me levantó los ánimos. Mis compañeros de escenario dieron por ir proclamando, uno tras otro, su falta de fe, su incomprensión del hecho religioso y la asociación de las religiones con la intolerancia, el fanatismo, la censura y la violencia. Yo no lo sentía por mí, que a mí, plim, sino por los alumnos de bachillerato del instituto, que podían llevarse la impresión de que la alta cultura (la presentación nos había puesto por las nubes) era unánimemente atea. Últimamente me preocupa mucho este uniforme telón ideológico que se le ofrece a la juventud, qué monotonía monocroma. Yo empecé, pues, mi turno (era el último) rezando prácticamente el Credo. Creo que muy natural no quedó, y lo siento. Vanidad herida, esa redundancia. 

Luego, de fondo, está la muerte de Pukka. Los dibujos de Carmen no ayudan al olvido. 


A cambio, cuando pinta a la familia al completo, sin dejar de dibujar pequeños teckel por aquí y por allí, sí opta por la educación diferenciada, los niños con los niños, las niñas con las niñas. Y me pinta delgado, qué detalle:



Lo más bonito de todo ha sido esta mañana en el desayuno. Leonor y yo, por una vez, hemos dejado de hablar del sueño que tenemos, que es nuestra conversación de 15 años en el desayuno de cada día, y nos hemos reconocido tristones. Ha estado muy bien, ha sido muy reconfortante y conyugal. 

Y luego Christian Bobin me ha animado a encarar el presente de otro modo con una cita espléndida de Un simple vestido de fiesta:

La lectura de la Biblia es un punto extremo en tu vida de lector, esa vida bajo las ruinas. El otro punto es la lectura del periódico. El periódico es una lectura negra, espesa, inmóvil. La Biblia es una lectura blanca, luminosa, rutilante. En el periódico lees todo ya que nada es esencial. Vas metódicamente del rostro de los gobernantes a las piernas de los atletas, de América del Sur hasta los confines de la China, de la cotización del dólar a las cifras del paro. La lectura del periódico es una cosa seria, sin consecuencias en la vida como todas las cosas serias. En la Biblia, tan sólo lees una frase y es como una gota de alcohol puro, como una lágrima de los ángeles. Abres el libro, pones el dedo al azar en la página, el dedo cae en un pez, una palmera o un cordero. Lees, vas de tu vida a la vida, del presente simple al presente pluscuamperfecto. 



9 comentarios:

  1. Anónimo10:04 a. m.

    Pues es una alegría que pueda hablar de su tristeza como novedad. Que la mire con curiosidad científica.
    Solo eso es para alegrarse.

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  2. Eso digo yo, querido anónimo. Gracias por recordármelo.

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  3. Anónimo10:39 a. m.

    Tristeza caritativa: por lo que les pasa a otros. Especialmente preocupante, la monotonía cromática de la mesa redonda.
    Jilguero

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  4. Qué maravilla, Christian Bobin! A mí, con Bobin, me pasa como con Miguel D´Ors o con Enrique García- Máiquez, que me curan el alma.

    Un abrazo

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  5. Anónimo1:09 p. m.

    Uno se pregunta (ay, las preguntas) si, en el caso de que los participantes en la mesa hubiesen proclamado todos su creencia cristiana, EGM se hubiese sentido igual de preocupado por la imagen de "monotonía monocroma" que de ese modo también se hubiese ofrecido de la "alta cultura"..., o si sólo ve monotonía en los otros, en los Otros. Uno no debería preguntarse ciertas cosas, ya lo sé.

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  6. Si seguís así, una vez a la semana voy a venir aquí a llorar un poquito.

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  7. Anónimo9:48 p. m.

    Si os sirve de alegría que yo me vea reconfortada por vuestra exposición de tristezas en la charla matutina, me alegraría doblemente (veo la señal de que ahí hay cosas que compartir)...y si también te reconforta pensar que esta anónima sevillana - que un día quiso ser poeta- intenta seguir los pasos de Jesús y no se avergüenza de ser cristiana, me voy a la cama contenta después de un mal día.
    Me ha gustado mucho tu entrada.

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  8. Alégrate de mantener en medio de la tristeza ese deseo de alegría y esa mirada inocente y sin vanidad. Por otra parte, a los alumnos les impresiona (te lo digo por experiencia) ver a un profesor escritor en una mesa redonda diciendo que cree en Dios. Eso no se lo han oído decir a nadie.

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  9. ¿Cómo es posible hablar del humor y ser todos ateos?- me pregunté al comenzar a leer tu entrada - y es que no ibais a hablar del buen humor sino del humor a secas...¡casi no hay diferencia!

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