miércoles, 11 de abril de 2018

Lecciones del fuego



Hemos tenido que volver a encender la chimenea y quiero anotar en mi cartera, antes que la primavera apague para varios meses el fuego, alguna de sus lecciones.


Uno enciende la chimenea, encorvado, en cuclillas, como enseña a andar a un niño. 
Cuanto menos fuego, más humo. Si la chimenea se apaga, exhausta, humea más que nunca. Es una lección moral.  
Al principio, piñas y cartones chisporrotean: adolescencia. 
Cuando la chimenea alcanza su madurez, ya no hay que construir una pirámide de ramitas ni amontonar la leña. Basta echar de vez en cuando un tronco de cualquier manera.  
Otra lección moral. Si los troncos están secos por dentro, no importa nada que la lluvia los haya mojado mucho. Si los troncos están verdes, no sirve de nada que estén secos. Se arde desde el interior. 
Al final, ni troncos ni llamas ni humo, sólo rescoldo y más calor que nunca y más belleza.
Hablar de chimeneas también calienta. 
Poco o nada alegra tanto el madrugón como encontrarse la chimenea todavía con rescoldos.
A cambio, salir de casa dejando la chimenea encendida pone un sabor de ceniza en los labios.




2 comentarios:

  1. Hace poco leyendo a Tomás de Aquino me acordé de ti y de tu entrada sobre la leña mojada. Iba a comentar allí, pero ya se había pasado el tren, así que ahora me das la oportunidad de traer aquí una última enseñanza (que ya habías sacado en aquella entrada):
    Es un pasaje de la Suma (I-II, 51.3) en la que santo Tomás habla de los hábitos como una actualidad (o primera perfección, "ser valiente") que están en potencia respecto a una ulterior actividad (o segunda perfección, "intercambiarse por una rehén"). Y trae el ejemplo de la madera mojada que debe secarse para poder quemarse. Tomás, sin embargo, lo expresa más finamente: "El hábito es engendrado por el acto en cuanto que la potencia pasiva es actuada por algún principio activo. Ahora bien, para que una cualidad sea causada en un sujeto pasivo es necesario que el principio activo venza totalmente la resistencia que ofrezca el principio pasivo. Así vemos que el fuego no inflama súbitamente al combustible [la madera], porque no puede vencer de inmediato su resistencia, sino que va poco a poco anulando las disposiciones contrarias [lo húmedo] para que, reduciéndolo totalmente [hasta obtener lo seco], le pueda imprimir su propia semejanza [la del fuego]."

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