jueves, 15 de noviembre de 2018
Cavilaciones
Lo importante de último libro de José Jiménez Lozano es su lección de vida, que resumí aquí. Sin embargo, cuántas sorpresas esperan al lector a la vuelta de la página, incluso algunas sorpresas sorprendentes.
Sorprende que en la página 90 atribuya a Campoamor lo celebérrimo de Argensola o de Argensola del cielo azul que todos vemos que ni es cielo ni es azul. ¿Es posible que se le haya pasado? Sí, claro, naturalmente, y cómo voy yo a afeárselo, que cometo un error diario en el artículo de cada día, uno, como mínimo, digo. Sería, en ese caso, una interferencia muy graciosa entre el color del cristal con que se mira y el color azul del cielo que todos vemos. En cierta manera, además, reivindica a Campoamor, al que pone junto a los hermanos barrocos, pues tampoco se sabe a ciencia cierta si el famoso soneto es de Lupercio Leonardo de Argensola o de Bartolomé Leonardo de Argensola. No hay dos sin tres, incluso entre Argensolas y dudas críticas.
Aunque es extraño que ni él ni nadie de la editorial cayese en ello. O quizá cayeron y decidieron dejarlo a la vista vista de la relatividad que ambas citas postulan. O fue intencionado desde el principio. Una manera de hacernos más cercano y cómplice el caudal de conocimiento que, como quién no quiere la cosa, destila don José en sus diarios. U otro recurso estilístico de los muchos que utiliza para crear un tono conversacional, con sus tartamudeos, casi, y sus titubeos de citas de memoria y con el corazón en la mano.
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