Leo en Ortega:
«—Papá, ¿qué es el mundo?
—Niño mío, el mundo es una
cosa muy grande llena hasta los bordes de pequeñeces».
Y no me parece una menudencia,
ni mucho menos, aunque yo, probablemente, le contestaría a mi hijo, si mi
hiciese esa pregunta tan metafísica:
—Niño mío, el mundo es una cosa
muy pequeña donde caben cosas muy grandes, y todavía queda espacio para las que tú crees.
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