Hoy coronamos los veinte años de casados y hemos de vencer una tentación constante e insidiosa. La de pasarnos el día entero pasmándonos de lo rápido que ha pasado el tiempo. Doy fe de que la tentación es poderosa, pero cualquier día es bueno para entonar el tempus fugit. Hoy toca una celebración pura, como de amor platónico y eterno, y, si tiene que estar transida de temporalidad porque, al fin y al cabo, es un aniversario, que sea para mirar el rostro y de frente del futuro.
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