La incompatibilidad de aquel matrimonio era tan evidente que su divorcio me ha sorprendido muchísimo. Ya de novios tenían que haber sido por fuerza muy conscientes de su situación; en la boda, la llevaban al altar más larga y pesada que la cola de la novia; y, además, siempre imaginé que estaba el orgullo (muy bien sentido) de burlar todos nuestros prejuicios. Por eso, mi sorpresa.
Pero debo de ser el único, porque cada vez
que pongo cara de pasmo, todo el mundo me mira con
lástima por mi ingenuidad irremediable.
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