viernes, 26 de mayo de 2006

Sobre maestros y discípulos

Mora-Fandos es un hombre de palabra. Prometió escribir sobre los maestros, y ya ha cumplido. Y leyéndole, me he acordado, sin ánimo de ofender, de Arthur Schopenhauer. Aquel viejo adagio: Docendo, disco, que el refranero traduce y explica: “Para enseñar poco sabemos, / pero enseñando todos aprendemos”, lo cogió el alemán y, para usarlo contra los catedráticos, lo transformó, con exageración poco andaluza (por lo exenta de gracia) en esto: Semper docendo, nihil disco: “Siempre enseñando, nada aprendo”.

Yo también retocaría el adagio, pero al revés. Totalmente de acuerdo con Mora-Fandos, añadiría que, sobre la importancia de los maestros, está la necesidad de discípulos. Sin éstos no hay nada que hacer, se rompe la cadena. Hoy todos se apuntan a líder de opinión o, como mínimo, a rebelde. Las virtudes del discípulo, que son la paciencia, la humildad, el silencio, la atención, la memoria, el esfuerzo…, andan desaparecidas y así no hay manera. Al fin y al cabo, la relación personal con el maestro es muy enriquecedora, pero no imprescindible. Siempre nos quedarán los libros, como explicó Quevedo:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Yo, puestos a dar clases, que es mi profesión, procuro enseñar a aprender, o sea, lo que dicen los pedagogos progres, pero con otro sentido. Y puestos a predicar, trato de hacerlo con el ejemplo, siendo un discípulo aplicado. Mi lema sería: Discendo, doceo.

6 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, de nuevo. Creo yo que hablamos del mismo nivel antropológico, y en apoyo de las dos posturas está el ejemplo de la Divina Commedia. Dice Borges, ese romántico secreto, que es probable que Dante escribiese toda su obra para volver a vislumbrar la sonrisa de Beatriz. Sí, y también y más, que la escribiese para tener un encuentro personal con su maestro, Virgilio.

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  2. Sobre "aprender a aprender", lo he tenido yo también como slogan durante mucho tiempo... Ahora no sé. Porque, ¿qué implica ese eslogan? Que todo es relativo, que no existe la verdad como no sea la de cada uno, la que cada uno se construya, que los contenidos no importan... ¿Y no se fomenta así un cierto adanismo, un creer que uno por sí mismo puede llegar a saberlo todo? Por otra parte,¿es preciso aprender a aprender? ¿Aprender no es algo instintivo en el hombre? Dudas que quizás no resolveremos hoy.
    A mora-fandos: ¿a qué libro o poema de Eliot pertenecen esos versos?

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  3. Dios, ¡qué buen vasallo si hubiera buen señor!

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  4. Los versos de Eliot que llaman la atención de Baltanás (y la mía) recuerdan a aquello de Cernuda de [cito de (mala) memoria] que el saber si ocupa lugar y tanto que puede llegar a desplazar a la inteligencia. Tal vez el sabio Insausti pueda decirnos si Cernuda estaba glosando a Eliot o fue pura coincidencia.

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  5. Anónimo3:05 p. m.

    Lo de Eliot y Cernuda también lo avisé yo cuando dije: "Menos cultura y más cultivo"

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  6. Todo a cuál mejor, entrada y comentarios.

    Son dos cosas, ¿no?

    1) La confusión de "mucha información" con "sabiduría".

    2) La deformación de la relación maestro-alumno, en donde el válido "aprender a aprender" (que se me ocurre que tiene que ver con la mayéutica de Sócrates) se aplica erradamente y es la manifestación de algo más grande que está sucediendio, como dijo Baltanás: no existe la verdad como no sea la de cada uno, la que cada uno se construya, que los contenidos no importan. Aunque no se haya llegado decididamente a ello. (Todo surge de los falsos pudores como el "miedo a imponer", que se traduce en el "vivir y dejar vivir" y otras cosas por el estilo. Disfrazado de "consideración" por el otro se esconde el "desinterés" por el otro).

    Entre estos dos puntos: persecución de la "mucha información" como si eso fuera lo bueno y deformación de la relación maestro-alumno, no sé si hay un nexo o son dos problemas aparte.

    Cuando tenga un tiempo lo pensaré.

    Saludos.

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