Una de las muchas secuelas que deja la lectura de Chesterton es el gusto por las paradojas, su coleccionismo casi. Otras secuelas son el amor por el vino y la cerveza --the boozy halo of Catholicism, que dijo Shaw o Wells--, la risa con que enfrentamos los tópicos del mundo, el agradecimiento universal, etc.
Acabo de recoger una nueva paradoja para mi colección. Esta tarde partimos hacia Valencia, al encuentro con las familias, justo los cuatro matrimonios de nuestro grupo de amigos que no tenemos hijos. Los que son progenitores se quedan aquí. Hay, por supuesto, una explicación obvia: para ellos es más difícil moverse. Pero hasta con la explicación, no deja de ser una paradoja, que repite lo que pasó con la manifestación en Madrid en defensa de la familia, a la que acudimos prácticamente los mismos.
Como las paradojas que me gustan, esconde su moraleja. No asustaros: la guardaré para mí.
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