[Primer párrafo de la reseña sobre El río de agua, publicada en "Poesía digital". Espero que mi crítica haga más justicia a Álvaro García que la congestionada foto suya que la ilustra.]
lunes, 11 de septiembre de 2006
La generación pedida
Nada distorsiona tanto el desenvolvimiento de la poesía de hoy como la imperiosa demanda de innovaciones por buena parte de la crítica. Mientras que pareció un "–ismo" más, el tradicionalismo (Las tradiciones se tituló la recopilación de la poesía de Andrés Trapiello y “Todo lo que no es tradición es plagio” afirmó, siguiendo la costumbre familiar, Miguel d’Ors) fue más o menos aceptado. Pero cuando los críticos cayeron en la cuenta de que aquello implicaba el desmantelamiento del tiovivo de las modas, y que los poetas estaban por hacer una evolución hacia dentro, sin apedrear al padre ni abuchear a los abuelos, cundió el pánico. ¡Es tan fácil reseñar y clasificar a los escritores cuando se ordenan ellos mismos en manifiestos! A partir de entonces, ciertas constantes de la poesía de siempre, como la presencia del yo lírico o el valor referencial del lenguaje, han empezado a tacharse de epigonales. Se está poniendo tanto empeño en que surja una nueva estética entre los más jóvenes, que si la cosa termina de cuajar, habría que llamar al resultado “la generación pedida”.
La congestionada foto (buen adjetivo, enrique)es ciertamente injusta....: parece el pobre (no debiera dedirlo) don gonzalo santonja! con pelo.
ResponderEliminarYo he pedido "Poesía sin estatua". Ya te contaré.
ResponderEliminarLo de la "generación pedida" es todo un hallazgo. Espero que se extienda la voz.
ResponderEliminarAlvaro García López era uno de los literatos prodigio de mi colegio (el otro languidece como columnista de politiqueo local).
ResponderEliminarRecuerdo con cariño las cosas que escribía con la firma Oravla Zepol en la revista del colegio. Poco lector de poesía, le perdí la pista, pero hay un verso que no se me olvida, el último de un poema que contaba el verano de vuelta de los que se fueron a estudiar fuera.
Todos tienen carrera. Todos están tristes.
Buena elección, Ignacio. A mí ese verso, y varios más de su primer libro tampoco se me han olvidado desde entonces.
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