Los asiduos de este blogg [Dios se lo pague] ya leyeron que con una mano pegué a Alberto Silva un tironcete de orejas por su traducción del haiku del deshielo y que con la otra le di unas condescendientes palmaditas en la espalda cuando el barbero. Para ius suum cuique tribuere, ahora golpeo ambas manos y le dedico un merecido aplauso en mi crítica a la parte ídem de su libro, El ídem del haiku.
Y como sí hay tres sin cuatro (y más en el haiku) prometo dejar descansar a Silva por mucho tiempo en la paz de mis estanterías.
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