A mis hermanas
Estamos siempre solos. Cae el viento
entre los encinares y la vega.
A nuestro corazón el ruido llega
del campo silencioso y polvoriento.
Alguien cuenta, sin voz, el viejo cuento
de nuestra infancia, y nuestra sombra juega
trágicamente a la gallina ciega;
y una mano nos coge el pensamiento.
Ángel, Ricardo, Juan, abuelo, abuela,
nos tocan levemente, y sin palabras
nos hablan, nos tropiezan, les tocamos.
¡Estamos siempre solos, siempre en vela,
esperando, Señor, a que nos abras
los ojos para ver, mientras jugamos!
Leopoldo Panero,
Escrito a cada instante (1949)
El finbal del soneto es de shock. Muchas gracias...
ResponderEliminarSe me ha colado una falta de Hortograffía...
ResponderEliminarEscalofrío. Qué enorme poema.
ResponderEliminarMaravilloso! Gracias, poeta.
ResponderEliminar"Soneto al soneto", dijo Keast, otro L. M. P. nos dice que la vida nada tiene que ver con el poema que solo cree que la rima y el metro sirven para diferenciar al poema de la vida.
ResponderEliminarPrecioso el poema, y la etiqueta es también una pequeña joya. ¡Gracias!
ResponderEliminarMe ha encantado, y a medida que iba recorriendo los versos pensaba algo muy parecido a tu etiqueta.
ResponderEliminar¡Gracias!
Infancia y gallinita ciega es que, por narices, van de la mano... qué guay
ResponderEliminarLos versos de la etiqueta son muy míos, entre otras, cosas porque los ha escrito otro poeta: Miguel d'Ors.
ResponderEliminarGrande este poema, sí.
ResponderEliminar