Por la ventanilla del tren, con la cabeza apoyadita en el cristal, no voy viendo un mar de mieses ni luego un mar de olivos, que también, sino un mar de dudas, más que nada. Voy a Madrid, a una espléndida universidad, a disertar, durante tres horas, sobre lo que la poesía es.
Apuesto a que adivinan qué voy dudando, justamente.
Buenísimo el principio. Todo es mar, que diría Manuel Estrella...
ResponderEliminarHola, Enrique:
ResponderEliminarseguro que les gusta mucho tu ponencia. A Abel y a mí nos encantó tu intervención en el Encuentro de Escritores y tengo constancia de que a los alumnos también. Así que valor y al ruedo!
Un abrazo muy fuerte y todos mis mejores deseos para este 2008.
Marga
Tiene que ser difícil, una disertación de tres horas sobre algo que, en lo esencial, sería un instante efímero de belleza y, en todo su desarrollo, un largo, larguíiiisimo río. En fin, ¡ánimo, Máiquez, epátales con tu oratoria!
ResponderEliminarLo mío es más el oratorio que la orataria, C-R, pero haré lo que pueda. Con tu permiso, citaré tu comentario del instante efímero de belleza y el larguísimo río histórico. Quedaré bien con eso y, sobre todo, es verdad.
ResponderEliminarGracias mil por los ánimos, Marga. Recuerdos a Abel y feliz año a los dos.
Mucha suerte profesor.Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPues a mi me da que es una buena forma de disfrutar del viaje en tren.
ResponderEliminarCuando usted habla, tres horas son tres instantes y un instante querríamos que durara horas.
ResponderEliminar¡Cuánta razón tienes NDP; qué poca, amabilísima anónima!
ResponderEliminarYo estuve allí, en esa clase de tres horas donde se habló de poesia y que resultó verdaderamente deliciosa!
ResponderEliminarPues yo sentí no poder asistir, pero recomendé mucho a quien podía que lo hiciese -¡disfruté mucho con la del curso pasado!-. Y además, que visitase este espacio en el que realmente me sorprende a menudo un rompimiento de gloria.
ResponderEliminarSiempre es un auténtico placer recibirle en esta su casa. Un abrazo. Miriam