Como buen centrista, Gallardón acierta a medias y se equivoca a medias. Lo malo es que la mitad correcta suele ser por inercia y la equivocada por empuje. Lo último ha sido prohibir a los hombres-anuncio porque ese trabajo atenta contra su dignidad.
La parte acertada es hablar de dignidad. Ni los políticos más progresistas de uno y de otro signo pueden desprenderse del código de valores de nuestro siglo de Oro (de hondas raíces judeocristianas) y en cuanto se descuidan ya están hablando muy huecos de la dignidad del hombre o querellándose calderonianos por ofensas a su honor. A uno, que tira a anacrónico, le resulta gratificante comprobar que Gallardón sigue teniendo en cuenta esas antiguallas imprescindibles.
Lo equivocado es el resto. ¿Por qué se preocupa solamente de los hombres-anuncio, y no de la dignidad de los embriones a los que arrasa la píldora abortiva? ¿Y del honor de las mujeres que se prostituyen en las esquinas? Esta discriminación positiva y prohibitiva a favor, digamos, de unos pero no de otros resulta un tanto sospechosa.
Luego está el quid. ¿Por qué es indigno trabajar de hombre-anuncio? ¿Qué tiene de menos honorable que ser político, sin ir más lejos? El hombre-anuncio va con un cartel y el político va en un cartel. El hombre-anuncio vende algo, pero no se vende él, ni nos sonríe a la fuerza, adulador.
Hay mal pensados que opinan que la decisión del alcalde responde a su interés por rentabilizar sus chirimbolos publicitarios y que está eliminándose la competencia de un bandazo municipal. Eso sería lo mejor, porque la otra lectura es que para Gallardón la dignidad de un oficio depende del beneficio. Los deportistas, embadurnados de anuncios de los pies a la cabeza, sí le parecen muy fotogénicos a don Alberto.
Tampoco le preguntó a los interesados. Los que han salido hablando por la tele no tendrían inconveniente en ser alcaldes de Madrid o asesores del mismo, pero no abrigaban grandes dudas sobre su propia dignidad personal. Por lo menos hasta ahora.
Quizá ustedes piensen que exagero, pero yo creo que no. Me parece grave que un responsable público considere indigna una forma honrada de ganarse el pan. Además me siento un poco aludido: ¿o es que un columnista, con su carita asomando por encima de su artículo, no tiene toda la pinta de un hombre-anuncio?
Sí, de hombre-anuncio de Aguirre contra Gallardón.
ResponderEliminar¿Y todos cuantos llevan (o llevamos) prendas publicitando a Armani, Adolfo Domínguez, Lacoste, Carolina Herrera, Versace, etc, etc, etc.?
ResponderEliminarDe acuerdo contigo en todo, punto por punto.
Yo, que me estoy volviendo mal pensado con la edad para ciertas cosas, creo que es más que acertada la apreciación que dices sobre la competencia con sus chirimbolos...
ResponderEliminarNo quisiera compararme, ni mucho menos. Pero también escribí sobre la medida esta de Gallardón, aquí: http://blogs.andalunet.com/gonzalo/2008/10/10/dignidad-y-publicidad/
ResponderEliminarSaludos.