Tenía al pájaro de la felicidad cogido por la cola; se me ha soltado dejándome en la mano la pluma con la que escribo.
lunes, 3 de agosto de 2009
LECción
Mi admiración por J.S. Lec comenzó en un autobús. Íbamos al Encuentro Mundial de la Juventud con Juan Pablo II en París en agosto de 1997, y mi hermano Jaime llevaba en el bolsillo un libro de Lec, editado por Península y titulado Pensamientos despeinados, que nuestro amigo Emilio Quintana había traducido directamente del polaco, con la colaboración de Anna Luzny. (En ese autobús, dicho sea de paso, conocí también a Alejandro Martín Navarro.) Jaime, cada vez que descubría un pensamiento despeinado de quitarse el sombrero, lo leía en voz alta. Llegó a París afónico. Habría que transcribir aquí más de la mitad de esos aforismos y yo ya hice lo que pude, pero hoy sólo quiero poner uno, que es, en realidad, un poema estremecido que estos días no se me va de la cabeza:
Y yo, en ese mismo viaje, descubrí a Lec, a Vicente Gallego, a Benítez Reyes, y a la estirpe de los García-Máiquez. Qué buenos recuerdos...
ResponderEliminarDe alguna forma aquí seguimos todos charlando como montados en aquel mismo autobus, ¿no? JG-M
ResponderEliminar¡Qué imagen, y eso que el poeta no era japonés!
ResponderEliminarHa dado juego esa pluma, mitad mágica y mitad recuerdo.
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